Zaldívar, ¿próximo fiscal general?
- Óscar González Ortiz
- 10 nov 2023
- 5 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). Una de las historias más tristes, más patéticas que hemos vivido en la historia de los poderes del Estado mexicano, es la del exministro —acaba de renunciar— de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. Si los cineastas especialistas en contar historias de hombres fracasados, de desgraciados, de seres patéticos y lastimeros Reiner Werner Fassbinder, Werner Herzog o Andrej Wajda viviesen, ya se estarían peleando los derechos para filmar su pesarosa vida, que acabará inevitablemente en el peor de los desprestigios, sin que "hueso" o fortuna puedan remediar.
Increíble fue que, voluntariamente —suponemos—, un hombre que llegó al pináculo de la carrera de profesional del derecho en México, no solo accediendo al máximo tribunal de la nación, sino incluso presidiéndolo, haya caído tan bajo, no sabemos bien si solo por el sortilegio idiotizante que ejerce a través de mentiras y populismo marca Fidel Castro el presidente Andrés Manuel López Obrador o por algo inconfesable que acaso nunca sabremos —creemos que el letrado al que nos referimos es casi lo bastante corto como para que baste lo primero, pero no tanto—, mas la desgracia en la que cayó la persona, que sonríe como memo —noblese obligue— para la foto, como si lo que hizo se hubiese tratado de una gracia, de algo plausible, sin reparar en los sonoros epítetos que merecerá cuando de estos tiempos se escriba la historia, lo colocará irremediablemente en el podio de la competencia de los grandes mentecatos del país, peleando, amenazante y abusivo, el primer lugar. ¡Mire que, siendo abogado de profesión, dejar su lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación para convertirse en chalán de la candidata del presidente a sucederlo, Claudia Sheinbaum Pardo y, con si su estrella se torna buena, acaso en un cargo burocrático de alto nivel!
La candidata del Morena y aliados, a la que personalmente, valga la redundancia, tenemos en alta consideración como persona y como científica, incluso nos parece que la libró poco más que aceptablemente como funcionaria, pero en muy pobre estima como política y aspirante presidencial, si de por sí no le dicen la "Cascabel Sheinbaum" por prodigar sonrisas por doquier, ya se tomó la foto con Zaldívar, con una expresión que casi sale con audio del papel periódico —o de la tableta—, que dice "¿y qué voy a hacer con este tipejo?". Ahora lo tendrá que acomodar en su campaña, aunque sea cargándole el portafolios u organizando las vayas en sus mítines… y en su gabinete.
Mas basta revisar el pasado reciente. En realidad el tema del licenciado Arturo no es tan sorprendente como parece. Así que le pedimos al lector que olvide lo escrito supra, que, como Edmund Husserl, con su epojé, lo ponga entre paréntesis, pues alguien que llegó a ocupar el puesto más alto del sistema judicial no puede ser tan estólido como parece aquí arriba. Tal vez corrupto, traidor y chueco, pero no tan idiota.
No sabemos, cronológicamente hablando, qué tan lejos pueda remontarse la componenda, pero en tiempos recientes hemos tenido signos más que evidentes, pues el estilo de López no es precisamente sutil, discreto ni mucho menos estratégico, sino más bien impositivo y atrabiliario.
Hay hitos. En el año 2018 el presidente López propuso a Juan Luis González Alcántara como ministro del Tribunal Constitucional; en 2019 hizo lo propio con Margarita Ríos Farjat y con Yazmín Esquivel Mossa, y en 2021 con Loretta Ortiz Ahlf. Insistimos en la falta de sutileza del primer magistrado del país, pero luego del escandaloso fracaso del Plan B de su reforma electoral, diseñada por personajes que se han evidenciado tan torpes como Pablo Gómez Álvarez —¡en nuestra juventud lo admirábamos, válganos la Lógica de Aristóteles!—, actual titular de la Unidad de Inteligencia (?) Financiera, para montar el andamiaje legal para el planeado maximato lopezobradorista.
Pero la jugada le falló: solo Loreta Ortiz y la ministra del título "patito", la plagiaria Yazmín Esquivel, apoyaron la estratagema legislativa del presidente. Zaldívar, a pesar de lo esperado, no hizo lo mismo, pero los analistas, entre ellos Javier Aparicio, del CIDE, consideraron entonces que el expresidente de la Corte estaba acorralado y tuvo que simular, ante una votación ya perdida. De ahí en adelante todo fue miel sobre hojuelas entre el ministro y el presidente. Pudo ser el momento de la negociación: ya desprestigiado y al final vergonzoso de su carrera como jurista, acaso un "megahueso" pudiese restañar las heridas.
¿Y qué tal Fiscal General de la República, verbigracia?
HOMÚNCULOS
El exministro Arturo Zaldívar intentó, en el acto de renunciar, ser discreto sobre acuerdos previos con la Cuarta Transformación y en particular con el presidente López y la candidata a sucederlo Sheinbaum, pero el primero dejó muy claro que el togado trabajaba en la Corte a favor de los intereses de su movimiento, como "parte del equipo"; casi dijo que era su empleado, su subordinado, y no le importó —o no se dio cuenta— mancillar la independencia del Poder Judicial, conculcar la republicana división de poderes y la apocada dignidad que todavía le quedaba al abogado.
Es cierto lo que en las redes sociales comenta el colega César Muñoz: dado que a los integrantes de la Sala Superior de la Corte se los proponen los presidentes a la Cámara de Senadores es natural que estos en cierta medida mantengan posturas y criterios similares al del jefe del Ejecutivo, pero además de ser excesivo en su servil aquiescencia con el mandatario —Zaldívar por lo visto es de esas personas que piensan que esta palabra significa "el que manda", y no, como es, "el que cumple un mandato"—, hay que recordar que a él no lo propuso López Obrador.
Hemos tenido en México muchos miembros de la Corte heterodoxos y divergentes, no solo con respecto a sus compañeros, sino con el presidente del país. E. g., Genaro Góngora Pimentel ha sido uno de los más progresistas, presidió el Pleno en un periodo que coincidió con el príncipe de la tecnocracia Ernesto Zedillo Ponce de León y el derechista Vicente Fox Quesada, a quienes se opuso sin miramientos, a pesar de su polémica conducta privada —que para nuestros fines ahí se queda y no tenemos por qué tomar en cuenta—, es considerado uno de los mejores titulares del Poder Judicial de los últimos años. La misma Olga Sánchez Cordero no era nada cómoda para presidentes del Alto Tribunal muy conservadores, como Mariano Azuela Güitrón, pues nunca depuso su ideario progresista por ser a veces adverso a los poderes formales o fácticos —por ventura, tampoco ahora: ver infra—.
No tiene pretexto alguno el jurista de la Cuarta Transformación: su parcialidad y sumisión al caudillo López llegó al paroxismo, cuando en el intento del presidente por imponer su llamado "Plan B" de reforma electoral, a pesar de su notoria inconstitucionalidad y parcialidad a favor de los intereses del gorrón del Palacio Nacional lo defendió con más denuedo que el que el mítico "niño héroe" Juan Escutia puso al envolverse en la bandera para arrojarse al precipicio desde el Castillo de Chapultepec, evitando que el lábaro patrio cayera en profanas manos gringas.
De los ministros que ha propuesto en su sexenio López Obrador, solo dos le han sido incondicionales a la hora de votar en el Pleno: la bucanera Yazmín "Barbarroja" Esquivel y Loretta Ortiz han sido solo envilecidas cajas de resonancia de la santa voluntad del presidente; los otros dos, no.
El descaro presidencial no conoce confines. López llegó a declarar con lujo de cinismo: "Dije: voy a tener la oportunidad de proponer a ministros. Hice mi cuenta (todo un Bertrand Russell), más los que estén ahí, decentes, pues puede ser que logremos tener mayoría, no para que me apoyen en abusos, sino para reformar el Poder Judicial y que realmente haya justicia en México, y ¿qué creen? Me equivoqué porque hice propuestas pero ya un vez que propuestos (sic) ya por el cargo o porque cambiaron de parecer, ya no están pensando en el proyecto de transformación y en hacer justicia".
GRILLOGARAMA
Chasco…
Observa, triste te pido
No comentes, solo velo:
Cómo Zaldívar Lelo
Le hace honor a su apellido
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