Transgénicos: la ignorancia como política
- Óscar González Ortiz
- 15 feb 2023
- 7 Min. de lectura

Óscar González Ortiz
También escuchábamos canciones de Carlos Puebla al recorrer el tianguis del Museo Universitario del Chopo de la UNAM —siempre nuestra entrañable UNAM—, obra señera del art noveau en México, en el céntrico barrio Santa Maria la Ribera, en la calle homónima, que hoy lleva el nombre del gran poeta tapatío Enrique González Martínez, envueltos en un delicioso aroma a mota con pachuli, que durante muchos años fue el único centro cultural alternativo para jóvenes y hoy sigue siendo uno de los más importantes de la Ciudad de México, con su famoso esqueleto en yeso de un diplodocus, por lo que su teatro isabelino se conoce con el nombre de Foro El Dinosaurio.
Contracultura pura. Los jóvenes pensantes, en estridente contraste con la juventud domesticada en escuelas privadas y por padres educados por las melosas canciones del disque rocanrol de César Costa, Angélica María y Enrique Guzmán —pachequísimos en la vida real, por cierto—, éramos de izquierda, necesariamente radicales, usábamos camisetas del Che Guevara —el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de Ciudad Universitaria se llama oficialmente Justo Sierra, pero sigue siendo conocido con el nombre del revolucionario de Rosario, que peleó junto a Fidel castro en Cuba— y repudiábamos todo lo que oliera a gringo, a tecnología, a industrialización... Como dicen nuestras amigas feministas, nuestros gustos, posturas y preferencias constituían actos afirmativos en defensa contra la dominación inspirada solo en el capital y el imperialismo yanqui.
El capital y el imperialismo yanqui siguen ahí, como el dinosaurio —el del micropoema del hondureño Tito Monterroso; no el de El Chopo—, pero nosotros crecimos, nos ocupamos en diversas cosas y la contracultura jipi-latinoamericanista quedó solo como un grato recuerdo de caguamas que pasaban de mano en manos, de boca en boca —como los besos— en algún astroso departamento de alguna amiga argentina o chilena en Copilco o la Unidad Independencia.
Y tampoco pudimos seguir pensando igual. No lo hicimos, aunque en muchos quedó más o menos palpitante, activo o latente, el espíritu que acerca a las ideologías no sistémicas.
Que alguien por favor le avise a Andrés Manuel López Obrador que los radicalismos espontáneos que a nadie hacían daño y tanto nos alegraban ya no pueden seguir guiando, así sin razón, sin información ni ciencia alguna —sabemos, y más lo saben los científicos e investigadores, que para él la ciencia es burguesa, "fifí", dice a la menor provocación, enemiga del pueblo y de los pobres, objetivo único de su gobierno—, su actuar como presidente de México, porque los mexicanos no votamos por George Harrison ni por Cat Stevens.
Por eso es que sorprendió al mundo entero, incluida la mayoría de los mexicanos pensantes —no, lo sentimos mucho: la gente no es sabia por ser del "pueblo bueno", sino porque se prepara, estudia y lee— que el presidente promulgara una ley contra los productos transgénicos, basado en "ideas", más que de izquierda, francamente jipiosas, derivadas de la impostura de muchos "ecologistas", antiyanquis a ultranza, izquierdistas trasnochados y sesenteros que se quedaron en sus 16 años.
Aquí no se trata de quedar bien con la chairiza —recordemos que el sustantivo "chairo" alude a las chaquetas (masturbaciones, aunque suene obsceno) mentales que guían el "pensamiento" de los activistas e ideólogos más recalcitrantes e ignorantes que siguen a López—, sino de tomar decisiones basadas en la información, el conocimiento, la ciencia, la experiencia, la economía y los muchos criterios que les den sustento. Actuar como rockstar seguramente le genera muchas simpatías y aplausos de parte de sus fans —como cantante en el escenario, en un concierto masivo— pero puede causar graves perjuicios al país, incluida la población menos favorecida, y más aun la que de plano vive en una estrujante pobreza, que no ha disminuido un ápice en ya más de cuatro años de la Cuarta Transformación, a pesar de las promesas.
Por favor, señor López, no nos responda con el clamor de "¡el pueblo, unido, jamás será vencido!", sino con decisiones fundadas en el conocimiento y la ciencia, que deriva en tecnologías de beneficios innegables, y los cultivos transgénicos, que cada vez menos países prohiben en producción, consumo o ambas cosas —inexplicablemente Francia, entre ellos, pero la mayor parte gobernados por sátrapas ignaros o políticamente condicionados, como Rusia—
Esto lo redactaré en primera persona, lo cual evito como signo de objetividad. Más o menos hace unos 10 años, en un programa de televisión sabatino de una conocida periodista en el que yo participaba, surgió tangencialmente el tema de los alimentos transgénicos y en particular del maíz. Era, como parece que sigue siéndolo, política y periodísticamente correcto apeqarse a los patrones de una muy silvestre izquierda mexicana, consistentes en asumir opiniones con base en el único criterio de estar en contra de lo que los gringos opinan, deciden y hacen, casi por deporte. Esa postura me es simpática, porque mi pensamiento es de centro-izquierda y en realidad soy bastante anti-yanqui, pero no al grado de ir en contra de lo que los conocimientos generados por la ciencia y la razón me indican.
Éramos unas ocho personas en el foro. Todos hablaron pestes de los alimentos transgénicos pero a mí me parecía evidente que no tenían ni la más remota idea de por qué. Tal vez porque los periódicos, cual más cual menos, pero sobre todo La Jornada, diariamente publicaban notas tan negativas como carentes de bases científicas que justificaran tal tirria contra dicha tecnología. Los presentes se me fueron a la yugular, como si hubiese insultado a Mahoma en La Meca y en pleno Ramadán. Todos... menos uno: el invitado de esa mañana era Víctor Alcérreca Sánchez, único científico de peso, no solo entre los presentes, sino prácticamente en todo Quintana Roo, o por lo menos el único laureado y galardonado a nivel nacional y reconocido internacionalmente.
Cuando por no aceptar el rechazo irracional que por credo "progresista" mis colegas y comentaristas dispensaban a la técnica de la reproducción transgénica de alimentos ya encendían la leña verde para asarme y devorarme, la conductora, tal vez buscando un piadoso descabello para poner fin a mi "necedad" le preguntó al Premio Nacional de Química su opinión sobre el tema, este, flemático y apacible, respondió que en esa disputa "intelectual" el único que tenía la razón era el de la letra, pues no existía evidencia alguna de perjuicio para la salud humana de los alimentos transgénicos. Al salir del estudio, tuvieron que amarrarle un cordón al dedo gordo para no salir flotado de placer en el cielo de Cancún, pero hoy, a una década, veo reafirmada mi opinión, entonces avalada por una autoridad científica: el rechazo a los productos de la tecnología agrícola en cuestión se debe únicamente a la vil ignorancia.
HOMÚNCULOS
Andrés Manuel López Obrador, al promulgar su malinformada ley prohibicionista de los productos transgénicos, actuó totalmente apegado a la ignorancia, pisoteando las evidencias científicas, con tal de lograr el aplauso de sus chairos. Pero hay otro par de cosas muy importantes que ignoró el silvestre mandatario. Nos servimos de esta nota de El Universal Online:
"Prohibir maíz transgénico impactará negativamente, faltan evidencias científicas: CNA Para el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), a pesar de los cambios que contiene el nuevo decreto, al no determinarse fecha para eliminar el uso, producción e importación de maíz transgénico a México para uso forrajero e industrial en el país, prohibirlo traerá un impacto negativo en la producción de alimentos.
"En un comunicado, el CNA afirmó que 'el uso de maíz genéticamente modificado y el uso correcto del glifosato no causa daños a la salud' y pidió que toda política tenga bases científicas y tecnológicas.
“'Como ha demostrado por décadas su consumo y los múltiples estudios científicos realizados en los Estados Unidos, Canadá, Brasil, la Unión Europea y prácticamente en todo el mundo, sin que estos (el maíz transgénico y el glifosato) representen un riesgo para la población. Su prohibición sí tendría un impacto negativo en la producción de alimentos', dijo.
"Aunque el decreto de diciembre del 2020 informó que a partir del 2024 se iba a prohibir el uso del maíz genéticamente modificado y del glifosato, el nuevo decreto 'extiende el periodo de transición hasta el 31 de marzo de 2024 y señala que el Conacyt (ese del que López corrió a todos los científicos, by the way. N. de la R) ha presentado distintas alternativas viables, las cuales como CNA desconocemos y serán bienvenidas siempre y cuando éstas estén validadas y probadas en su eficacia, adecuado acceso, costos competitivos para el productor, con base en métodos científicos y en pruebas de campo, sino carecerán de todo sustento y serán inviables'".
Es falso lo que declaró hoy el macuspano en el sentido de que Estados Unidos está como que de mil amores con esta evidente transgresión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Nos ilustra La Jornada:
"Estados Unidos se mostró 'decepcionado' por el decreto del gobierno mexicano, publicado el lunes, por el que mantiene sus planes de prohibir el maíz transgénico para consumo humano, si bien dio marcha atrás a un plazo para vedar el grano modificado genéticamente para consumo animal y uso industrial.
“'Estados Unidos cree y se adhiere a un sistema de comercio basado en ciencia y en normas y mantiene su compromiso de evitar perturbaciones en el comercio agrícola bilateral y daños económicos a los productores estadunidenses y mexicanos', declaró en Washington el secretario de Agricultura estadunidense, Tom Vilsack.
“'Estamos revisando cuidadosamente los detalles del nuevo decreto y tenemos la intención de trabajar con la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) para asegurar que nuestro compromiso basado en la ciencia y las reglas se mantenga firme', agregó Vilsack el martes.
"También la Asociación Nacional de Productores de Maíz, un grupo que representa a las industrias del sector en Estados Unidos, expresó su preocupación por el decreto.
"'La administración Biden ha sido más que paciente con México, y los funcionarios han tratado de hacer cumplir un sistema de comercio basado en reglas y defender a los agricultores estadunidenses', declaró el presidente del grupo, Tom Haag.
"Además, dijo, 'está en juego la integridad del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), firmado por el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
“'Señalar al maíz –nuestra principal exportación agrícola a México– y acelerar la prohibición de la importación de numerosos usos alimentarios convierte al T-MEC en letra muerta a menos que se aplique', lamentó Haag".
El presidente, para no variar, miente al decir que no pasa nada.
GRILLOGRAMA
Entre las patas...
Yo aquí sí, perdón, me rajo:
Apoyar esa ignorancia
Que solo es vil arrogancia
Nos va a llevar al cara...
columnacafenegro@gmail.com
EN CHETUMAL...


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