Pagarán estados estancamiento económico
- Óscar González Ortiz
- 22 oct 2021
- 6 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). A las 5:19 horas del jueves, ya ocupados en las tareas cotidianas en el teclado de la computadora, vimos aparecer en la pantalla del celular una notificación: la Cámara de Diputados acababa de aprobar la Ley de Ingresos para 2022.
Más allá del zipizape de una sesión anterior de la discusión de la recién aprobada miscelánea fiscal entre diputados panistas y los aliados del Morena y el PT, por una minucia referente a los límites a las donaciones deducibles que las empresas pueden hacer a instituciones no gubernamentales, verbigracia la Cruz Roja, no hubo grandes sorpresas ni sobresaltos en la iniciativa enviada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Habrá quienes digan que las expectativas del gobierno en cuanto a los recursos que se allegará el próximo año fueron realistas y otros pensarán que la obsesión de austeridad del mandatario seguirá siendo un freno para el crecimiento y desarrollo en la segunda mitad del presente sexenio, lo cual, en realidad, frente a economías de otras latitudes en franca recuperación, atenta a los ciclos económicos, sería un claro retroceso.
Desde nuestro punto de vista, con el paquete económico, que López sacó adelante merced su partido Morena y sus aliados verdes y rojos, no pasó absolutamente nada: seguiremos estancados y vivaqueando en la mediocridad como país. Como ha sido durante todo el sexenio, la esclerosis de nuestra economía significará regresión, pero como los sacrosantos megaproyectos del presidente no pueden frenarse simplemente habrá que aguantar mientras tenga vida y periodo constitucional.
Seguirá el furris aeropuerto de Santa Lucía, con tan pocas posiciones –menos de una veintena– como una terminal de pueblo medio grande, muy por debajo de las proyectadas en el de Texcoco, que rebasaban por mucho la centena, tal cual una de las características que definen a las internacionales más importantes del mundo.
Tampoco parará la construcción del Tren Maya –que en realidad no hemos visto ni comenzar realmente–, que tendrá que estar subvencionado in saecula saeculorum, y si acaso es negocio lo será solo para los constructores, como el magnate mundial Carlos Slim Helú, gran amigo del nativo de Macuspana.
La Refinería de Dos Bocas, que hasta violentos conflictos laborales ha experimentado en su construcción por la insuficiencia financiera para pagar bien y a tiempo a los trabajadores, no puede ser frenada, pues responde a la obsesión de López con el petróleo, sin importar las recomendaciones adversas de expertos de todo el mundo. Serán los recortes a las ministraciones a las entidades federativas por todos los conceptos y ramos las que seguirán supliendo ese desfase entre el país y el mundo. En Quintana Roo experimentamos una escasez de recursos que ni siquiera una gran industria turística en franca recuperación a pesar de la pandemia ha logrado revertir. Diariamente nos enteramos de las penurias que pasan otros estados menos afortunados.
A pesar de todo, el paquete económico estuvo bastante bien diseñado. Lo que está mal no es este, sino en general la política económica de López, que se ha esmerado en ahuyentar las inversiones y en frenar las actividades productivas con sus decisiones meramente políticas y sin sustento económico-financiero, la última de las cuales fue una reforma eléctrica refractaria a la participación privada pero también a los capitales, inversiones y empleos que implica, que, como hemos dicho aquí y así lo han confirmado los empresarios nacionales y extranjeros, emite una señal muy negativa en cuanto a la calidad de México como destino para los grandes emprendimientos.
Es falso el dicho oficial de que nuestra economía va por buen camino, y en tratándose de la CFE ayer se hizo un anuncio que se teme es solo el primero de muchos que se darán en cascada: Minera del Norte, subsidiaria de Altos Hornos de México, podría acogerse a la ley de quiebras de Estados Unidos, debido a la cancelación de contratos con la entidad que Manuel Bartlett Díaz parece empeñado en liquidar. Un tercio de las operaciones del único extractor mexicano de carbón térmico en México, que requieren las plantas termoeléctricas que tanto se supone que ama López, se perdieron; se esfumaron cuatro mil empleos directos por una decisión que ni siquiera fue sometida a la consideración de las autoridades mercantiles, administrativas y jurisdiccionales.
Todo, decidido por las pistolas del infausto Bartlett, incondicional operador del presidente del México, profundamente ignorante en materia de política económica.
HOMÚNCULOS
Tenía yo muchos importantes temas más que poner en la palestra, pero los borré de un iracundo “teclazo”, más letal que las espadas de Athos, Porthos, Aramis y su compinche D’Artagnan sincronizadas, pues –robándole a Catón su grácil cuan frecuente imprecación– ¡ya me encabroné!
Algún distraído, que de casualidad me brindara el favor de su lectura por no tener nada que hacer aparte de la trascendental actividad de contar las vueltas que el ventilador del techo da por minuto, tal vez haya notado que suelo redactar en segunda persona del singular, y lo hago para poner, en lo posible, “sana distancia” (¡horror!) entre mis posturas personales y lo que racionalmente concluyo: cuando digo “pensamos” me refiero a mí, mis demonios internos, externos y a aquellos diablillos que sé o creo saber que coinciden con lo expresado Comparto la culpa. En este momento no lo haré, porque la indignación es personal, y eso que tengo piel de cocodrilo Morelet.
Por eso es que la verborrea contra la UNAM de este ingrato patán López, que por desgracia funge como nuestro presidente, ayer indignó a tantos mexicanos. En sus tumbas se habrán retorcido como tlaconetes con sal los tres premios Nobel mexicanos: el egregio diplomático Alfonso García Robles, de la Paz, en 1982; el brillante descubridor de los daños a la capa de ozono Mario Molina, de Química, en 1985, y el gran poeta Octavio Paz., que obtuvo el de Literatura en 1990. Tres galardonados en Estocolmo y Oslo: trío de egresados de la Universidad Nacional son nuestros únicos premios Nobel, que este jumento ahora ataca.
Y no se crea el lector que es solo coraje, sino más que nada la anterior no es una adjetivación, sino una descripción cuasi taxonómica: López Obrador, como estudiante de la mismísima UNAM, fue un auténtico burro, un parásito, un fósil que tardó en terminar su carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública la friolera de 14 años, 233 por ciento más del tiempo promedio que le lleva a cualquier estudiante de licenciatura recibirse. Sí, adivinó el lector: esa misma proporción podemos tomar para comparar la inteligencia del presidente con la de cualquier mexicano profesional. ¿Su respuesta? Patear el pesebre.
La máxima casa de estudios de nuestro país y segunda más antigua de América, considerada así después de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Lima, Perú, por no haber cerrado nunca, a diferencia de su símil mexicana, que sí lo hizo por causa de las guerras, aunque ambas fueron fundadas en 1953.
Pregunto yo: ¿acaso tiene está calificado este hombrecillo –que eso significa homúnculo, nombre de esta oprobiosa sección de mi humilde columna– cuestionar a la institución educativa, la menor calidad humana para cuestionar a una de las dos instituciones de educación superior que se encuentran entre las primeras 100 de la lista de QS World University Ranking, siendo la otra la Universidad Argentina de Buenos Aires, orgullosamente ubicada en el puesto 66? No hay una sola escuela superior de España, otra del mundo de habla hispana aparte de estas dos gigantescas instituciones, pues la Universidad de San Pablo, Brasil, que competía año con año con la UNAM, se derrumbó misteriosamente.
¿En serio, se atrevió este pigmeo mental, a cuestionar a mi UNAM? Cuando alguien que por casualidad me leyó porque no había papel en el sanitario público y mientras se aplicaba con fruición a lo suyo me leyó por casualidad en las hojas del periódico destinadas a muy poco nobles fines, pudo preguntarse qué significa “homúnculo”. Respondo ahora. Antes, me refería al Fausto de Goethe, donde se narran las peripecias del enajenado doctor obsesionado con crear un ser humano y lo único que consiguió fue una especie de hombrecillo: un homúnculo. Gracias presidente: ahora, en vez de explicaciones, no hará falta más que recurrir al arquetipo y ejemplificar con Andrés Manuel López Obrador, uno de los alumnos de los que la UNAM, que generosamente, por tanto porfiar, le permitió sacar un título muy tardío, a pesar de su manifiesta incapacidad, nunca querrá presumir.
GRILLOGRAMA
Y 17 años después…
Surgió una revelación:
A la UNAM López desprecia
En su cabecita necia
Por fósil y por huev…
columnacafenegro@gmail.com
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