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Mara Lezama y los petates del muerto (I)

  • Foto del escritor: Óscar González Ortiz
    Óscar González Ortiz
  • 1 feb 2022
  • 4 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES).- El propósito expreso de la visita del fin de semana pasado del presidente Andrés Manuel López Obrador fue el anuncio de importantes obras para Cancún y Tulum, amén de brindar pormenores del Tren Maya, que ha sufrido atrasos y elevaciones de costos –se espera que, con la llegada de los ingenieros militares, apenas terminen el Aeropuerto Felipe Ángeles de Santa Lucía, se subsanen–, pero sigue avanzando.

Sin embargo, para la clase política del estado se trataba más de palpar la relación del mandatario con la candidata de su partido a la gubernatura, pues se llegó a decir en mentideros hostiles y sobre todo en redes sociales que esta se tambaleaba y la postulación hacía agua; nada de eso: López no solo se mostró afectuoso con la primera edil de Benito Juárez Mara Lezama Espinosa –anfitriona–, sino que dejó bien claro en su mensaje que ella, junto con el gobernador Carlos Joaquín González, fue gestora de dichos trabajos al informar al Ejecutivo federal de las necesidades de los cancunenses.

Aquí, en Quintana Roo, los deseos del presidente son órdenes. Ningún estado ha votado por él proporcionalmente tanto como este, y la reelecta alcaldesa de Cancún, que aunque proviene del Partido Verde Ecologista de México es la candidata de la coalición Juntos Haremos Historia por Quintana Roo, encabezada por el instituto político del presidente, el Morena, que incluye también a los partidos –en orden de peso electoral– Verde Ecologista de México, del Trabajo y Fuerza por México Quintana Roo, está experimentando la sempiterna vigencia de la máxima que indica que hay que pegarle al más fuerte, pues nada ha variado de esa condición de líder por amplio margen desde el inicio de la contienda electoral del próximo 5 junio, e incluso mucho antes. Aquí uno de varios petates del muerto que están usando los desesperados: Mara no es del Morena, sino del PVEM.

De alguna manera es cierto que unos pocos inconformes con su postulación se resisten a la unidad: un pequeño grupo de los “morenos fundadores”, difícil de cuantificar en militantes, pero en este sentido es menester atender a una lógica implacable: Mara ganó la encuesta del Morena, no alguna del PVEM o del PT.

Es la candidata de la coalición, pero en particular lo es del Morena: lo dijo a voz en cuello el día de la virtual unción el dirigente nacional de aquel instituto político, Mario Delgado Carrillo, ya que la medición del partido guinda fue la única, pues los otros coaligados (nacionales) solo acompañaron a su hermano mayor para autenticar como aliados los resultados de los seis estados que elegirán gobernador –lo cual hicieron con cumplido reconocimiento–, y no hubo un alma en la reunión del órgano de elecciones que torciera siquiera la trompita por inconformidad.

Mara es la candidata de la alianza de la izquierda, con todos sus partidos y en especial del oficialista, pues además cuenta con la aquiescencia plena de su líder moral y fáctico: ustedes ya saben quien.

No tenemos elementos para decir que el senador José Luis Pech Várguez esté azuzando a los morenos nativos –porque el Morena nació con ellos, no ellos con el Morena, claro está, pues provienen de todos los partidos habidos y por haber– para boicotear la candidatura de Lezama, mas al no aceptar expresamente su adhesión al proyecto que quiere pintar –y muy probablemente lo hará– de color cereza a Quintana Roo, está de hecho sembrando cierta incertidumbre en este. Sus pocos mensajes, en los que no dice ni voy ni paso sin ver, han sido más crípticos que los del oráculo de Delfos: “seguimos adelante para lograr la plena integración de Quintana Roo a la Cuarta Transformación, porque aquí nadie ha perdido”, dice, en vez de lo que corresponde a su alta estatura como figura pública y como político experimentado de primer orden y dilatada trayectoria: algo así como “reconozco el triunfo de Mara para obtener la candidatura a gobernadora, y me sumo a la causa del movimiento”.

Cómo que ya está grandecito el parlamentario para seguir tirado en el piso haciendo pataletas. Mejor la cerrera senadora Marybel Villegas Canché, que como personaje público no le llega ni a los talones a Pech, ya decidió aventarse otro cabriolé para caer de puntitas en ¡otro partido!, “apoyando” (quién sabe en qué: ¿repartirá volantes?, ¿embolsará despensas...? chi lo sa?) a Roberto Palazuelos Badeaux, que competirá por Movimiento Ciudadano, recogido por Dante Delgado Rannauro en su Movimiento Ciudadano, tal vez no para ganar, sino para ir fortaleciendo, poco a poco, la presencia político-electoral del instituto que ha cambiado tanto de nombre como su fundador de calcetines: así consiguió ya dos de las más importantes gubernaturas del país: Jalisco y Nuevo León (si entendemos a la Ciudad de México como equivalente), aunque eso llevó lustros y aquí prácticamente estaría empezando.

Si alguien le dice a usted que sabe exactamente qué es lo que va a suceder, sospeche. Para no ir más lejos, en solo una campaña de aquella –para él– malhadada elección presidencial, la de 2006, López Obrador perdió 30 puntos porcentuales de ventaja para al final ser derrotado… “haiga sido como haiga sido”. Aprendió, y ahora es presidente. Todo puede suceder.


HOMÚNCULOS

Mas aunque sea la prima ballerina assoluta y le diga a Alicia Alonso “quítate que hay te voy”, Marybel Villegas, que por lo menos hace las cosas de frente, no es la única que sabe ejecutar el pas de chat a la perfección para desplazarse de partido en partido del gran ballet de la política: la diputada con licencia de la XVI Legislatura doméstica también sabe de saltos, pero no gusta del proscenio, como la diputada federal, sino que prefiere la penumbra.

Judith Rodríguez Villanueva, que llegó al congreso como priista, simuló cuestiones de convicción para chaquetear hacia el Verde, pero en realidad ya tenía una misión soterrada: apoderarse de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo.

Ya metamorfoseada en Tucán, la diputada Rodríguez tuvo a bien confeccionar, alfombrar y recorrer la pasarela que lleva al despacho mayor del ombudsman (ombudspersona no es un término afirmativo de género, como todo el mundo parece creer, pues significa otra cosa: se refiere a un mediador que busca justicia en temas laborales; por increíble que parezca, fue la propia CNDH la que impulsó este equívoco… ¡cuidado: el idioma está lleno de falsos amigos!) y ya está tocando la puerta, bien aliñadita y con zapatillas de tacón. A ver si no da el “ranazo” de último momento.


GRILLOGRAMA

Del plato a la boca…


Así lista, de un plumazo

Judith trazó su camino

Mas quién sabe si el destino

No le guarde algún madr…


columnacafenegro@gmail.com

 
 
 

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