El gobernador y su futuro
- Óscar González Ortiz
- 19 oct 2021
- 5 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). Por supuesto que el gobernador de Quintana Roo va a tener mucho que ver, a influir decisivamente en su sucesión, pues no se trata solo de poner candidato al cargo –este lo determinará el presidente Andrés Manuel López Obrador–, sino de tejer y conformar todos los acuerdos posibles para que su relevo le brinde al estado las mayores garantías posibles para la continuidad del relevo de administración –lo cual algunos considerarían malo y otros positivo, pero Carlos Joaquín González mantendrá sus postulados de gobierno–, aunque el postulante más adelantado seguramente será del Morena.
Joaquín González fue uno de los primeros en darse cuenta de que diputarle al inquilino de Palacio Nacional la preminencia político-electoral en el contexto de esa popularidad sostenida, pocas veces vista en la historia del orbe, que ostenta el mandatario federal, que pase lo que pase tendrá suficiente vigencia para ganar sin discusión las elecciones del 5 de junio de 2022, y seguramente también el congreso estatal, entre morenos y aliados, estará pintado de guinda, sería inútil.
La principal fortaleza de Carlos Joaquín– haber mantenido una muy buena relación con el gobierno federal– deriva de una temprana lectura de la realidad política del país y del estado. Muchos hitos de simpatía panista durante tres años –los perredistas, que fueron sus aliados en coalición, ya ni siquiera saben ellos mismos si existen o no– fueron sostenidos como principios en las posturas nacionales, pero Joaquín no cayó en la tentación de las críticas agresivas contra el régimen.
A la hora de cogobernar, López sin duda percibió y apreció la buena disposición institucional del gobierno de Quintana Roo, y eso se hizo patente a través de los constantes reconocimientos a Joaquín, e incluso llevó a una especie de equívoco cuando el presidente anunció que invitaría a varios gobernadores que terminan sus periodos constitucionales en las próximas semanas o pocos meses a participar en la llamada Cuarta Transformación.
Dijimos equívoco, porque los nombres para esta atracción de cuadros externos bien vistos por el presidente y en general por la sociedad a la administración federal, al menos en las menciones expresas de López Obrador, no han incluido a Carlos Joaquín ni al gobernador yucateco Mauricio Vila Dosal, como se difundió equívocamente como dicho del presidente solo por haber sido mencionados en una pregunta de un reportero en una conferencia de prensa matutina del mandatario federal.
Los nombres de gobernantes estatales no morenistas pronunciados por Andrés López para ser invitados a la Cuarta Transformación fueron expresamente los del sinaloense Quirino Ordaz Coppel, de Sinaloa, y del nayarita Antonio Echevarría García. Joaquín y Vila no fueron mencionados, muy probablemente porque sus periodos constitucionales no están a punto de concluir, y así lo confirmó el quintanarroense, al decir que no ha recibido ninguna invitación a integrarse al gobierno federal pero que agradecía mucho las menciones de López. No sería de extrañar que alguna petición de participar se lanzara más cerca del fin de las administraciones locales, pero en el caso de Joaquín el trazo de la sucesión parece estar bien forjado merced a la política de conciliación con el gobierno de la república, lo cual no debemos olvidar que corresponde a lo prescrito por el pacto federal de la República de los Estados Unidos Mexicanos.
Pensamos que Joaquín no solo no será hostilizado por el régimen del Morena, sino que su opinión, merced a su fortaleza administrativa –ese no es un rasgo que suela influir en la popularidad, pero que sí es muy apreciado en las esferas y órdenes de gobierno, tanto vertical como horizontalmente–, y no tendrá que tomar las de Villadiego antes de dejar el cargo. No tiene conflicto alguno y, proviniendo de un movimiento de partidos hostiles al que está en el poder, y al primer magistrado de México, en verdad parece, fríamente, una situación privilegiada.
Es casi una regla de oro la pérdida de poder merced al desgaste por el ejercicio del mismo al paso de los meses y los años. Joaquín nunca fue demagogo, si bien cotidianamente su equipo hace publicar los rankings de los gobiernos estatales en los que suele salir muy bien parado, no se ha obsesionado por ser algo parecido a un prócer, maña que sabemos suele afectar a la mayoría de los gobernadores, mareados por el liderazgo y angustiados por su declive.
Joaquín se preocupará de dejar cuentas claras y limpias, usará el beneplácito presidencial para buscar en lo posible la permanencia de sus postulados y principios y –¿por qué no–, a lo mejor regresa a la Ciudad de México con algún encargo adecuado a su expertise o se va a representar a México en alguno de los ciento noventa y tantos países que hay en el planeta.
HOMÚNCULOS
No sabemos que sería más patético: que el presidente López estuviese mintiendo o alucinando sobre sus programas populistas insignia, que no han dado ningún resultado o sus beneficios han sido verdaderamente marginales.
En el marco de la desesperada campaña del populista mandatario mexicano por “caerle bien” a un gobierno estadounidense que ni siquiera le dio el avión, como sí lo hizo el también demagogo Donald Trump, trata de disfrazar las nuevas formas de sumisión a Joe Biden, a quien no le hicieron ninguna gracia los devaneos de septiembre con los gobiernos de Cuba y los países sudamericanos del Grupo de Río.
Haciéndola de guía de turistas en Palenque con el enviado especial para el clima, John Kerry, el tabasqueño dijo sin ambages que México hará exactamente lo que diga Estados Unidos en el tema del cambio climático –como ha sucedido en los últimos tres años–, país que superada la pesadilla Trump se reincorporó en febrero al Acuerdo de París, que coordina los esfuerzos internacionales en el tema.
Lo curioso es que López Obrador, como hemos comentado aquí, envió al congreso una iniciativa de contrarreforma energética que, entre muchos otros retrocesos, cancela los esfuerzos en pos de la conversión de la industria eléctrica a fuentes alternativas de energía limpia, privilegiando precisamente el uso de hidrocarburos, que son indiscutiblemente la fuente principal de los contaminantes, antes que los CFC (clorofluorocarburos, que se usan como propelentes de los aerosoles y, sobre todo, los gases como el freón, utilizados como refrigerantes), que destruyen la capa de ozono), que han hecho que la temperatura promedio del planeta se haya elevado vertiginosamente en las últimas cinco décadas.
El devaneo de López por el petróleo, fuente de energía que muy poco a poco ha estado cediendo terreno a las alternativas no contaminantes, nos hace, vergonzosamente, un país amigo del cambio climático y enemigo de la conservación ecológica de nuestro planeta.
¿Y qué le mostró López a su rubicundo visitante como esfuerzo de México contra el cambio climático? ¡El ridículo programa clientelar de reforestación Sembrando Vida, que no ha dado ningún resultado digno de consideración y “atiende” a una ínfima parte de los campesinos mexicanos de un par de puntos del país!
GRILLOGRAMA
Baño de aceite…
Para mí el petróleo es todo
–Clama ufano el presidente–
Y queda claro, se siente
Como marrano en su lodo
columnacafenegro@gmail.com
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