Del 2021 al 2022: los "ganadores"
- Óscar González Ortiz
- 6 jul 2021
- 5 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). Es curioso que algunos partidos políticos que solo recogieron migajas en las elecciones del 6 de junio hayan salido a gritar a voz en cuello un arrollador triunfo. El PAN, el PRI y el PRD, por lo menos, celebraron resultados que cualquier observador sin prejuicios no habría dudado en considerar desastrosos: en Quintana Roo, por lo menos, perdieron casi todo lo que estaba en juego ante el Morena y demás aliados de Andrés Manuel López Obrador, pero ese mismo espectador imaginarios bien pudo haberse sorprendido de que el presidente se mostrara cariacontecido y poco propenso a las celebraciones.
Mas para quienes seguimos el proceso desde sus orígenes, al principio del periodo de López, las reacciones son perfectamente explicables: ni en sus sueños más verdes los opositores pensaron que lograrían imponerse a la aplanadora oficialista, mas su meta principal fue lograda con claridad, pues se trataba de impedir que el presidente transitara por la segunda mitad de su sexenio con el poder absoluto que da a un gobernante la mayoría calificada en el parlamento. En ese sentido, el Morena, ganando, perdió.
Pero si los opositores celebraron como si le hubiesen puesto un “zapato”, una paliza a la coalición gobernante, eso también fue un enorme cuan ridículo equívoco: volviendo al Caribe mexicano, en realidad debieran avergonzarse, pues el Morena y sus aliados los barrieron en casi todas las elecciones, llevándose ocho de las 11 presidencias municipales en juego –la coalición oficialista sufrió un severo revés en uno de los únicos dos municipios autosuficientes por recaudación propia, Solidaridad, con la derrota de Laura Beristain Navarrete a manos de Lilí Campos Miranda (técnicamente subjudice), pero le aplicó al PRI, uno de los coaligados opositores, una dolorosa puñalada con la derrota de su militante histórico Pedro Joaquín Delbouis, hijo del exgobernador Pedro Joaquín Coldwell, cuyas intenciones reeleccionistas sucumbieron ante la candidata postulada por la alianza lopezobradorista: Juanita Alonso Marrufo.
Ni halar de las diputaciones federales, que también estuvieron en juego: la alianza con bandera morenista se llevó cuatro de las cuatro curules. La verdad es que en Quintana Roo el Morena aplastó a sus adversarios, aunque el presidente López se haya sentido derrotado al no obtener las dos terceras partes de los escaños que se requieren para realizar reformas constitucionales y gobernar con manga ancha y a placer, como amo y señor de los destinos del país.
No hay que confundir las cosas, entonces: el Morena y sus aliados no lograron el objetivo anhelado de dar a López Obrador el control político, administrativo y económico total de México –ni se acercaron–, pero los gobernados o representados en el Congreso de la Unión por el ala política que encabeza el nativo de Tepetitán siguen siendo una enorme, realmente inmensa mayoría.
A la luz –y sombra– de lo anterior, ¿qué cabe esperar para Quintana Roo en 2022, cuando se elija para cuatro años de ejercicio constitucional al sucesor del gobernador Carlos Joaquín González y para dos a los integrantes de la XVII Legislatura? La lógica, marcada por los resultados de la más reciente contienda comicial, nos dice que los candidatos postulados por el Morena y partidos que lo acompañen saldrán de la largada con pronósticos eminentemente ganadores, pero sabemos que ni en política ni en historia priman necesariamente las matemáticas ni las estadísticas: un candidato opositor de particular impacto y carisma entre la población pudiera dar al traste con los pronósticos deducibles de las votaciones de 2021, sobre todo si se combina eventualmente con la necia insistencia de López en actuar como su peor enemigo: una encuesta de El Financiero Bloomberg publicada ayer arrojó que el 52 por ciento de los mexicanos calificó mal que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, considerara a la clase media como egoísta y aspiracionista. Por el contrario, solo el 34 por ciento consideró las descalificaciones del mandatario a esa clase social como buenas o muy buenas.
“El 54 por ciento –contunúa el estudio demoscópico– señaló como malo o muy malo el comentario de AMLO sobre que la clase media se deja influenciar por medios de comunicación extranjeros.
“Mientras que 37 por ciento vio bien estos comentarios del presidente y al 9 por ciento no le pareció ni bien ni mal”.
Las pifias, las provocaciones cotidianas –“mañaneras”– que buscan dividir a los mexicanos, las expresiones desafortunadas y la mala imagen –de mamarracho con zapatos de menesteroso al recibir en el Palacio Nacional a una prominente figura de la política estadounidense, de la que equivocó el cargo y el nombre, de dimensión internacional, no solo no cesan, sino que se acrecientan, lo que pudiera provocar inesperados vórtices descenientes en lo local.
Mucho se puede supopner, pero nada está escrito, pues, todavía.
HOMÚNCULOS
Tenemos que reproducir aquí unas líneas de la columna Autonimía Relativa que publicó Juan Ignacio Zavala en El Financiero con el título “La traición de Monreal”:
“Claro, mientras más fanáticos sean los grupos políticos, abunda más la palabra traición en boca de todos. Es el caso que nos ocupa: el de Ricardo Monreal. Como buen líder de Morena, el senador Monreal fue un priista destacado que ha sabido moverse al ritmo de la música que suene en el momento. Sabe sus tiempos, es astuto, inteligente y retorcido cuando se ocupa: no da paso sin huarache. Sabe también que no es el consentido del Presidente y menos de la señora Sheinbaum, que si los deja hacer todo lo van a desbancar y llegará hasta el último día que dure su puesto de senador y hasta ahí.
“Monreal no corrió la misma suerte que Morena y Sheinbaum en la CDMX. Monreal sí ganó y le ganó a Morena, eso lo saben todos en su partido y en Palacio Nacional. Monreal los traicionó sin pudor alguno. Les arrebató una importantísima alcaldía que se sumó a las otras derrotas en la capital. Ricardo Monreal es uno de los factores de la estrepitosa caída de Morena en la CDMX. Los morenistas capitalinos acusan traición de Monreal. El Presidente también. Y cualquiera con dos dedos de frente sabe que Monreal los traicionó y gacho.
“Hace unos días asistimos al castigo ejemplar de una traidora: Irma Eréndira Sandoval. Quizá el de Monreal tarde más por su posición que no depende del Presidente, pero no se escapará de la furia presidencial. Por lo pronto y para curarse en salud, el líder de Morena en el Senado ya advirtió que las reformas que quiere López Obrador serán difíciles de aprobar”. No será difícil ver a Monreal en otro partido dentro de unos meses. El pleito va a estar bueno. Compren palomitas”.
¿Es ese el árbol al que se arrima la senadora Marybel Villegas Canché –y detrás de ella Laura Beristain Navarrete– para apuntalar en el centro del país sus aspiraciones políticas, la de presidir el senado y gobdrnar Quintana Roo? Aquí hemos consignado toda clase de señales de repudio enviadas por el presidente a sus correligiorias, siendo la más concluyente su casi, si no excesivo, sí superlativo e inusual halago al gobernador Joaquín desde la mismísima “mañanera”. Cegadas y norteadas andan la senadora y la alcaldesa solidarense, que sigue soñando con que le devuelvan Playa del Carmen.
GRILLOGRAMA
Durmiendo con el enemigo…
Luego que tanto fallaron
Con el senador Monreal
Que al que López ve tan mal
¡A mal árbol se arrimaron!
columnacafenegro@gmail.com
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