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El derecho a opinar de Villanueva

  • Óscar González
  • 2 jul 2020
  • 6 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). El propio abogado Mario Villanueva Madrid, apenas fue puesto en prisión domiciliaria debido a su precario estado de salud convergente con la amenaza de la neumonía que causa el virus covid-19, explicó en varias entrevistas remotas que se trata de una medida provisional, pues su situación jurídica, a pesar de la intensa lucha legal que sostiene desde hace muchos años, no ha variado aún: se encuentra compurgando una pena consecuente a los delitos por los que fue condenado, con independencia de que la sentencia haya sido justa o no, asunto aparte, motivo de la elongada y tenaz batalla del también ingeniero y gobernador de Quintana Roo en el periodo constitucional comprendido entre 1993 y 1999.

Sin embargo poco ha entendido el público acerca de la situación precisa de este legendario personaje de 71 años ante la demanda de la Fiscalía General de la República –que creemos más oficiosa y burocrática que realmente intencionada: acusar y perseguir es su papel– de revocar la decisión del magistrado Rafael Remes Ojeda, titular del Quinto Tribunal Unitario del Segundo Circuito de enviar a Villanueva a su hogar en Chetumal, acaso por motivos humanitarios pero con toda seguridad debido a que la probable infección por covid-19 en la clínica en la que estaba recluido y peor en la cárcel hubiese constituido un riesgo mortal y por tanto un negro expediente para el Poder Judicial, ya de por sí muy cuestionado –en Quintana Roo, sobre todo– por la saña vindicativa ejercida contra el exgobernante.

Lo curioso es que algunos medios tradicionales, varios portales informativos serios e infinidad de feisbuqueros y tuiteros, por lo atractivo del tema, ofrecieron al unísono una razón falsa para explicar la motivación de la nueva querella de la fiscalía: una notable cantidad de reporteros y analistas dicen erróneamente que el insigne preso podría volver al Cereso de Chetumal por haber expresado opiniones políticas y electorales en algunas entrevistas telefónicas. Esto es totalmente erróneo. El derecho a externar libremente las ideas de una persona condenada a pena corporal, como es actualmente el caso, no se extingue por cuanto se trata de un derecho humano, consagrado específicamente en el artículo 6 de la Carta Magna, del cual extractamos ad litteram este fragmento:

“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado”.

Ahora bien, el artículo 38 de la Constitución General establece que los derechos y prerrogativas de los ciudadanos se pierden por “Por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión” (fracción II), “Durante la extinción de una pena corporal” (fracción III), mas en ninguna parte se establece que un preso pierda el derecho a la libre manifestación de sus ideas.

Es claro que Mario Villanueva, si bien actualmente no goza de sus derechos ciudadanos –que incluyen, por ejemplos, los relacionados con la participación y actividades de naturaleza electoral, votar, ser votado, etcétera– , no puede ser judicialmente perjudicado por expresar cualquier opinión, incluso las políticas, pues se trata de un derecho individual tutelado en el mismísimo Capítulo I (“De los Derechos Humanos y sus Garantías”) del Título Primero de nuestro documento fundamental como república, que nada tiene que ver con su situación de preso sentenciado que cumple una pena corporal.

Si Villanueva volviera a prisión no sería –no debiera ser– de ninguna manera por expresar sus opiniones y preferencias políticas, sino porque los juzgadores federales decidieran que, en un momento dado, por las razones que fueren, no mereciera más el beneficio de estar con su familia como decidió, para alegría de una gran cantidad de quintanarroenses, el magistrado Remes.

Sus muchos familiares, seguidores y amigos esperan que la obsesiva y terrible consigna vindicatoria de Ernesto Zedillo Ponce de León a estas alturas esté tan diluida que la prisión domiciliaria no sea revertida e incluso que la lucha por la libertad plena fructifique; el político chetumaleño no ve riesgo de que esta última actuación de la FGR en su contra fructifique y se revoque el beneficio temporal de estar preso en su propio domicilio.

De tal suerte que a pesar de que vivimos en tiempos en que los cubrebocas son artículos cotidianos y de obvia necesidad sanitaria, nadie tiene derecho a ponerle una mordaza a Mario Villanueva, ya sea que esté disfrutando de los cuidados y el consuelo familiar en su hogar, vuelva cautivo a una clínica, o se encuentre en una celda.

¡Solo eso le faltaba!


HELADA MADRINA

A dos años de iniciado su gobierno, el “núcleo duro” que apoya al presidente Andrés Manuel López Obrador no ha cambiado su apreciación del desempeño del político ni disminuido en su número. Ellos están felices, pues a pesar de que objetivamente siguen siendo igual de pobres –o más– de lo que eran antes, a veces reciben algunas dulces migajas de la generosidad de los programas clientelares –mal llamados sociales, porque en realidad no ofrecen mejoras reales al estrato social al que van dirigidos, sino golosinas de premio por el buen comportamiento–, pero sobre todo, aunque sea nada más en el discurso, el presidente preconiza diariamente a los pobres como los buenos frente a los perversos ricos –de clase media para arriba, pues tener más de un par de zapatos coloca a cualquiera en el conjunto de los frívolos fifís– nostálgicos del neoliberalismo y los privilegios. Ni Ismael Rodríguez con el “Torito” Pedro Infante supo explotar mejor el “filin” de la clase trabajadora, menesterosa y hasta lumpen-proletaria tipo Nosotros los pobres.

El desplome de la popularidad del presidente López a dos años de iniciar la hasta ahora inasible “cuarta transformación republicana” ha sido escandaloso, pero dado el impresionante margen de votos con el que fue elegido sigue teniendo una preferencia ciudadana que envidiaría cualquier mandatario del mundo, sin importar el tipo de régimen que lo sostenga.

La picada en la popularidad de Andrés López se ha dado en las clases medias: la pésima conducción económica del Gobierno Federal ha llevado en tiempo record al estrato bajo de la masa intermedia de la sociedad a tocar la pobreza, al medio a trastocar su estilo de vida y al alto a alejarse de la anhelada riqueza, que parece cada vez más remota e inalcanzable, pero el mandatario federal, cuyo “informe” por el triunfo electoral de 2018 –ya sabemos que nos perpetra un mensaje nacional a la menor provocación, si se le desatan las agujetas de los zapatos, verbigracia– fue mayoritariamente ignorado y cáusticamente criticado porque no dijo nada, pues ningún éxito traía en las alforjas.

Apenas son dos años. Refiere una nota de Forbes que Felipe Gaytán, investigador de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, señaló a El Financiero que “a diferencia de otros presidentes no da golpes de timón, porque él (López) liga su popularidad al cumplimiento de sus principios y mandatos morales, cualquier otro político ya hubiera dado un bandazo, en política se le llama ética de responsabilidad, es decir, medir fuerzas y adecuarse a tiempo y circunstancias”, apunta.

De acuerdo con la encuesta del diario El Financiero, la aprobación del presidente López Obrador registró 56 por ciento en junio y 42 de desaprobación, lo que representa una disminución por segundo mes consecutivo: cuatro puntos menos que en mayo y 12 puntos menos respecto de abril.

El estudio de opinión también destaca que a dos años de la elección presidencial, el 51 por ciento de los entrevistados considera que el presidente sí está cumpliendo, mientras que el 44 opina lo contrario.

Si López Obrador, legendariamente tozudo y necio, no cambia sus posturas polarizadoras y la oposición PAN-PRI-PRD se une, no solo se perderá su sueño totalitario de controlar al congreso a placer desde 2021, sino que eliminará la posibilidad de que a través de su partido se establezca un “obradorato” –similar al maximato de Plutarco Elías Calles de 1928 a 1934– a partir de diciembre 2024.

En preparación para imponer su aplanadora o para descalificar una previsible caída en la elección de diputados del año venidero, López está empeñado en descalificar al Instituto Nacional Electoral y por supuesto a todos sus críticos, mandando a su impresentable corrupto intelectual orgánico y desvergonzado propagandista John Ackerman (fue exhibido por un escandaloso enriquecimiento inmobiliario apuntalado de la mano de sus esposa Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, ¡zarina anticorrupción del Gobierno Fdederal!) a calificar de sicarios a los periodistas que no le lamen los zapatos –supuestamente, su único par– al señor de las “mañaneras”.

No es derrumbe, pero sí barrunto de un declive.


HOMÚNCULOS

Quién lo dijera: la tradicionalmente acrítica y apolítica clase media está tambaleando, al exhibir sus mentiras y reclamar por ellas, la torre de marfil en la que López Obrador se sentía inevitablemente enclavado. Se tambalea ya y, si su opisicón política se une, podría derrumbarse el 6 de junio de 2021.


GRILLOGRAMA

Parte del declive…


Al fin a nadie importó

Que nada informara al cabo

Y entendiéndolo hoy acabo

Pues ni un gato lo peló


columnacafenegro@gmail.com


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