El feminismo es revolucionario
(COLUMNA EN NOVEDADES) Nadie –o casi nadie– desea la violencia, pero antes de condenar lapidariamente es indispensable revisar las condiciones en las que se suscita, pues no podemos equiparar la que surge de la actividad criminal a la que deviene de una lucha libertaria. Lo cierto es que la opresión a la mujer por parte del poder masculino sigue existiendo, hasta ahora, tan campante como siempre, y lo único que hemos visto en los últimos años pretendidamente igualitarios son inútiles y hasta ofensivas palmaditas en la espalda.
¿Qué es lo que vale y cómo vale? Si un puñado de valientes feministas y de otras que sin serlo simple y llanamente exigen libertad e igualdad tomó en la semana pasada visos de agresividad desesperada por tiempos inmemoriales de haber sido ignoradas por el poder machista, que disfrazado de igualitario solo ha jugado con los derechos humanos de las mujeres, no es menos que comprensible. Sin que nos sea grata la violencia, no podemos menos que aplaudir la estridencia de las manifestaciones, pues el clamor y hasta los gritos no conmovieron ni un ápice al monolítico predominio masculino.
Nos parece un cinismo supremo, una desvergüenza que bien puede hacer hervir la sangre, que los hombres –y mujeres, que las hay– machistas se hayan escandalizado tanto por algunas vitrinas rotas y unas paredes pintarrajeadas cuando la secular y no pocas veces asesina violencia contra las mujeres se relega a la página ocho de los periódicos y a las notas “de relleno” de los informativos electrónicos.
No es irracionalidad ni intolerancia: es una actitud de carácter revolucionario, como las que suelen tomar los oprimidos cuando el sistema no brinda oportunidades para resolver y superar las injusticias, y esta humanidad, hasta en sus organizaciones más avanzadas y a pesar de los esfuerzos honestos y progresistas de sus miembros más pensantes, incluso en las sociedades más avanzadas y evolucionadas, sigue teniendo profundas, horrendas deudas con sus integrantes femeninas.
A pesar de lo que incluso sin ningún tipo de malicia hicieron la mayor parte de los medios de comunicación –destacar las pedradas contra las vitrinas de los comercios y las pintas de consignas en las calles en vez de la problemática y la causalidad que las suscitó, que irremediablemente da la razón a la ira de las manifestantes– siguen sin ofrecer su brazo de poder de influencia en la opinión pública a las mujeres que se quejan no solo de la desigualdad, sino de la violencia de género prevaleciente, que en nuestro país está vergonzosamente coronada con una cantidad ingente de feminicidios.
No señoras y señores: tenemos muchas cosas más graves de qué preocuparnos en el tema de la condición de la mujer en nuestra sociedad que ciertos daños a comercios causados por las manifestaciones feministas, pues importa más una sola mujer muerta y enterrada clandestinamente –si acaso– en Ciudad Juárez, en Nezahuacóyotl o en Chiapas, verbigracia, que todos los cristales del mundo.
Fue lamentablemente tardía la reacción de una alta política considerada siempre como progresista y feminista, que primero se quejó de los desmanes acaecidos en la ciudad-entidad federativa que gobierna y hasta después buscó a regañadientes atender a los grupos feministas: Claudia Sheinbaum Pardo.
Recién anunció la jefa de gobierno de la Ciudad de México la convocatoria abierta al diálogo con todos los grupos feministas, cuyo principal tema es por demás urgente: la violencia de género, y esto solo después de que las organizaciones la señalaran por no ser incluyente. Sin embargo, de manera inexplicable, se sigue resistiendo a declarar la alerta de género en la capital del país. Este conflicto, ante tal indecisión de gobiernos y sociedad en general, no se va a desactivar pronto.
GRILLOGRAMA
Conquista...
Con estos esfuerzos nuevos
Mujer digna, no te calles
Que ya son tuyas las calles
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