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Si agreden a la presidenta…

  • Foto del escritor: Óscar González Ortiz
    Óscar González Ortiz
  • 5 nov
  • 4 Min. de lectura
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No creemos que haya nadie en su sano juicio y sujeto a razones objetivas que no repruebe –incluso hasta la indignación– el artero abuso de corte sexual que padeció Claudia Sheinbaum Pardo ante cámaras y micrófonos cuando caminaba por calles aledañas al Palacio Nacional por parte de un sujeto alcoholizado; por más que fuese comprensible la tentación de tomar a guasa el lamentable suceso, por insólito o curioso que pudiese parecer el suceso o por inconsciente que hubiera estado el patán al momento de la agresión el asunto debe ser considerado con seriedad y preocupación, pues refleja un complejo problema cultural, educativo y social que mantiene como víctimas, fácticas o potenciales, a más de la mitad de las personas mexicanas, que según grados y niveles, va del acoso al abuso sexual, con el ominoso culmen de la violación.

Nos ahorra la presidenta de México mayores explicaciones, pues tuvo el tino y la entereza de referirse en su conferencia cotidiana al bochornoso suceso con consideraciones que fueron mucho más allá del agravio personal y profundizaron en una seria tara con orígenes en el machismo ancestral que afecta a la sociedad mexicana.

La videograbación que todo el mundo vio no deja lugar a dudas, pues se aprecia claramente a una sorprendida mandataria siendo atacada por un hombre, que la abrazó por la espalda y en sus manoseos obscenos llegó incluso a tocar el pecho de la víctima, que lo apartó de inmediato pero sin perder la compostura, seguramente teniendo en cuenta que más allá de sus muy reducidos y breves espacios íntimos cada paso que da un jefe de estado es un acto público.

Pero si bien ante la agresión actuó con dignidad y aplomo, la dimensión pública trascendente de la que Sheinbaum quiso revestir a un suceso aparentemente solo bochornoso, que pareciera más bien para el olvido, se dio en la “mañanera” del día siguiente, pues provechosamente llamó la atención, tanto de la opinión pública como de las autoridades responsables y la sociedad, particularmente de su sector femenino, que por cierto debe haberse sentido comprendido y arropado ante la tristemente predominante cultura machista, que protege a los agresores antes que a las agredidas.

No exageraremos calificando los comentarios de la presidenta en su rueda de prensa cotidiana como heroicos, pero fueron por lo menos meritorios, pues abordó lo acaecido la víspera con todas sus implicaciones, destacando un claro y preocupante mensaje: si eso le sucedió a la presidenta frente a su nutrido séquito de guardaespaldas y asistentes, qué le podrá pasar a cualquier mujer que ejerza su constitucional libertad de tránsito, que el arcaico machismo se empeña en conculcar.

 

HOMÚNCULOS

A pesar de lo dicho, todos los días se comenta que Claudia Sheinbaum le heredó a su antecesor las pocas cosas buenas que tuvo, pero también las muchas malas. Entre las últimas, está la enfermiza fobia a la prensa que no es expresamente amistosa o de plano obsequiosa con la cuarta transformación, como lo son los pseudoperiodistas que hacen de la rueda de prensa cotidiana –que también es legado de López– un spa siempre presto para hacerle manicura y pedicura a la jefa del poder ejecutivo, cuyo masajista más destacado es el tristemente célebre Lord Molécula, el impresentable repo-rastrero Carlos Pozos Soto.

A propósito del incidente callejero con el libidinoso ebrio, la presidenta criticó acremente a su némesis, el también archienemigo de López Obrador, el periódico Reforma, por publicar un par de fotos en secuencia de la agresión sexual, escena que manejaron prácticamente todos los medios nacionales y muchos allende nuestras fronteras.

Lo cierto es que el periódico de tendencia algo derechista –de ninguna manera  de extrema derecha: publica por igual opiniones de conservadores que de notables izquierdistas e incluso personajes ligados a la 4T–­ manejó en portada la secuencia gráfica que, obviamente, era de interés de los lectores y ­para cuando los tórculos quedaron en quieto reposo ya había dado la vuelta al mundo.

El rotativo capitalino, hermano del conservador Norte de Monterrey, tuvo incluso la delicadeza de no imprimir la periodísticamente tentadora imagen en la que la mano del calenturiento ebrio se posó un instante sobre el seno izquierdo de la mandataria.

Tal como Andrés, Claudia, en tratándose del Reforma, de plano ve moros con tranchete, pero su inquina es notable contra todo periodista o medio que no le eche porras, como sucedió la víspera con las publicaciones y comentarios sobre el Uruapan affaire, que mucho tuvo de omisiones y negligencia del gobierno federal como condición de posibilidad.

Si la prensa llega a ser tendenciosa y hasta inverosímil, pero con sus descalificaciones y piel ultrasensible la presidenta se vuelve claramente intolerante con todo lo que no sean loas y ditirambos.

El recurso de la presidenta son sus oficialistas mañaneras; el de sus malqueridos periodistas, sus publicaciones, en general poseedoras de mucha mayor credibilidad. ¿A quién le va el lector?

 

GRILLOGRAMA

Descalificaciones…

 

Tenga, Claudia, por delante

Este principio valioso:

Para evitar mayor oso

Si se lleva, que se aguante













 
 
 

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