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Ley de Movilidad: mal mutado en bien

  • Foto del escritor: Óscar González Ortiz
    Óscar González Ortiz
  • 21 abr 2023
  • 6 Min. de lectura


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(COLUMNA EN NOVEDADES). La máxima reza: no hay mal que por bien no venga, y en escabroso asunto de la movilidad eso es lo que está a punto de suceder: la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama Espinosa, envió a la XVII Legislatura una iniciativa de ley en la materia que supera con mucho las expectativas nacidas de la urgencia de resolver un explosivo problema social, político, económico y turístico, de trascendencia local, estatal, nacional y hasta internacional.

No sería exagerado afirmar que, en el poco más de medio año que lleva su gestión, la Ley de Movilidad es el mejor producto gubernamental de Lezama, pero además, de ser aprobada, se convertirá en su mayor legado en gobernanza: es notable que, mas allá de resolver el enfrentamiento entre los taxistas sindicalizados tradicionales y las llamadas plataformas digitales, que incluso con conatos de violencia llegó a afectar tanto al estado, que depende totalmente del turismo, industria muy sensible a los temas de seguridad y tranquilidad, sino que mostró un modo de gestionar los temas de un estado acostumbrado a los "bomberos" como única estrategia para salir del paso.

Con gobernanza queremos decir que la mandataria estatal acaba de imprimir una manera casi inédita de hacer las cosas, yendo mucho más allá de lo coyuntural —ya resolverlo hubiese sido bueno—, estableciendo ante su equipo, los entes políticos y sociales, los gobernados y —at last but not least— una estrategia incluyente, amplia, comprehensiva y participativa —es decir, democrática—, para generar un instrumento que acaso sea un referente que trascienda periodos de administración pública.

No es que sea el primer intento; creemos que, si bien bajo la égida del primer gobernador Jesús Martínez Ross el naciente estado libre y soberano alcanzó una necesaria ruta política acorde al nuevo statu quo de autonomía en un tiempo sorprendentemente rápido, la modernización del Estado con un posgraduado en Administración Pública, Miguel Borge Martín, se aceleró con el impetuoso Mario Villanueva Madrid, tomó forma profesional de planeación a mediano y largo plazo con Joaquín Hendricks Díaz —aunque fracasó escandalosamente, acaso por ser encabezada por un político con visión pero muy mal dotado para gobernar y bastante permisivo con la corrupción—, se olvidó durante los gobiernos de Félix González Canto y Roberto Borge Martín, y tuvo una severa regresión con el indolente Carlos Joaquín González, miope ante el porvenir, con una visión que no pasaba de un libro contable y que además fracasó en el galano arte de cargar y abonar.

Lo que dijo el equipo de Mara Lezama al entregar la iniciativa al Congreso del Estado fue que "desde el mes de enero se realizaron mesas de trabajo con integrantes del Poder Legislativo, del Ejecutivo, del Instituto de Movilidad del Estado de Quintana Roo (Imoveqroo), concesionarios y representantes de las plataformas, quienes coincidieron en que la iniciativa de Ley General de Movilidad debe garantizar la seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad, por lo que se trabajó de manera intensa para que esta incluyera todas las voces que permitirán ver por el usuario", lo que —si se quiere, aprovechando el conflicto taxistas-Uber que explotó hace unos meses— va mucho más allá de los zipizapes entre trabajadores del transporte de pasajeros.

Para continuar, la información oficial indica que "la iniciativa de reforma a la Ley de Movilidad, que fue construida y consensuada a través de las mesas de diálogo con los diversos sectores que participan en el servicio. La iniciativa se hace frente a los desafíos y demandas de movilidad urbana, que permita una transformación profunda y mejorar la calidad de vida de los y las quintanarroenses tras años de ser un abandono del sector", algo que siempre se dice pero rara vez se hizo.

Hay que ser realistas y no se trata de hacerla de spa de los gobernantes: hubo en el gobierno mismo, y de hecho en particular por parte de la número dos de la política estatal, Cristina Torres Gómez, del encargado de la sub-cartera Luis Rodrigo Alcázar Urrutia, de la diputada morenista Érika Castillo Acosta —hija del poderosísimo líder taxista de Cancún— y del despistado presidente de la Comisión de Movilidad de la XVII Legislatura, José María Chacón Chablé, una cínica defensa a ultranza de los taxistas asociados en los mal llamados sindicatos, que evidenció intereses entre transparentes, oscuros e inconfesables.

En estos temas, nunca se sabe con claridad cuáles compromisos hizo algún candidato con las mafias monopólicas, como las del transportes, para agenciarse apoyos e innegables votos corporativos, pero el de Lezama Espinosa no ha de ser tan grande porque la normatividad propuesta es, por un lado, justa con las partes en conflictos y acota como nunca el poder de las corporaciones a favor de los derechos ciudadanos, incluido el constitucional al libre empleo y la competencia.

“Esta ley, promueve la libre y sana competencia económica y la igualdad de condiciones entre los prestadores del servicio de transporte. Además, busca darle seguridad a las y los usuarios, a través de medidas, en coordinación con Seguridad Pública, que serán: la geolocalización en tiempo real, botones de pánico, cámaras de video y grabación de voz, que estarán conectados a nuestro sistema de seguridad y la coordinación con las autoridades y los prestadores de servicio ante la comisión de ilícitos”, explicó Lezama, y no omitió hablar de severas sanciones contra los infractores del ordenamiento.

Como que algo se hizo diferente, bien. Ahora habrá que ver que se aplique.


HOMÚNCULOS

"¿Cómo regalar un avión presidencial a uno de los peores dictadores del mundo?", podría titularse el último capítulo de la telecomedia El avión maldito de Peña Nieto. El drama está en que el acto de austeridad republicana y pobreza franciscana del presidente López salió mucho más caro que comprar un cohete que dibujara las palabras Cuarta Transformación en el firmamento, y en que ahora se anuncia con bombo y platillo la tan anhelada venta del avión del demonio neoliberal —nadie lo quería, ni regalado— en por lo menos 25 por ciento menos de su valor no comercial, aunque la tozudez se calcula en un costo extra de mínimo 75 por ciento del que sí lo es.

Cierto es que López Obrador no tenía alternativa. Quedó atrapado entre el fasto y el boato neoliberal y la maoísta —o castrista— pobreza, que por los descubrimientos hechos a lo largo de casi cinco años, sobre todo por la vida de jet set que lleva la familia presidencial, se perpetra solo de la puerta del Palacio Nacional para afuera. No podía estar viajando en un avión tan lujoso y caro, además de que es harto difícil esconder el Boeing B787 Dreamliner de ese tamaño en la cochera o el patio trasero, y Francisco de Asís no se hubiera visto bien mendigando en un carruaje tirado por 18 albos corceles.

Hizo bien en no usar el avión, y también en venderlo, porque era una monserga, una mancha en el tosco sayal socialista del gobierno y porque —sin duda— era una bofetada de la riqueza de los gobiernos priistas y panistas que lo antecedieron a la legendaria pobreza del pueblo de México. Lo que hizo mal —para él mismo— fue publicitarlo como un acto de santidad de la Cuarta Transformación. Los números están, si no para esconderlos, sí para manejarlos con cristiana discreción y no como ingrediente melodramático de un estalinista monumento de culto a la personalidad.

En 2021, la ONU, encargada un tiempo de la venta que no pudo realizar hasta ahora el gobierno de México, cotizó la aeronave en 117 millones de dólares; se remató en 92, es decir, con una pérdida de nada despreciables 25 millones de dólares. La actualización del software del José María Morelos —tal era hasta ayer el exultante nombre del vehículo— y su resguardo, desde que el comandante mandó parar, anda por ahí de los 100 millones de pesos.

Tampoco el destino final de la aeronave está como para presumir. Aun en barata y descontón, el armatoste, a casi cinco años de oferta, solo interesó a un par de países. El afortunado —Tayikistán— es una república simulada del centro de Asia, gobernada desde la disolución de la Unión Soviética, a la que pertenecía, por una férrea dictadura, en la que, como en mi León, Guanajuato, la vida no vale nada, pues ningún tayiko vivo —o muerto: la existencia, históricamente, siempre ha sido ahí precaria, insoportable— tiene idea de lo que significan las palabras democracia, libertad, bienestar —¡tómala!— o vida mínimamente digna.

Ni hablar: el presidente López quedó entrampado y no tuvo otra salida aparte de esta, que de digna no tiene nada. La recomendación sería, entonces, no alardear ni presumir, pero sabemos que es mucho pedir.

López entendería el colofón que sigue, pues es nativo del Sureste de México:


GRILLOGRAMA

Mare…


Digo, con todo respeto

Que esta furris transacción

Por más que suene cabr...

Fue un vil negocio de Peto


columnacafenegro@gmail.com



EN CHETUMAL...

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