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Las corcholatas en Quintana Roo

  • Foto del escritor: Óscar González Ortiz
    Óscar González Ortiz
  • 20 mar 2023
  • 5 Min. de lectura

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Óscar González Ortiz


(COLUMNA EN NOVEDADES). Yo soy licenciada en Relaciones Internacionales, igual que Marcelo", explicó en entrevista para Chetumal TV la diputada de la XVII Legislatura estatal, Luz María Beristain Navarrete, como un antecedente de carácter personal al hablar de su muy personal definición en cuanto a la carrera, algo temprana, un tanto desbocada, hacia la sucesión presidencial, porque con algunos pretendientes no oficialistas e incluso dueños de importante capital y capacidad, como el enfant terrible Gerardo Fernández Noroña, que engalanan esa fiesta —o reventón, si se quiere— que ya está en pleno, pero solo con los de casa. Los conceptos abajo vertidos sobre el canciller, aunque los compartimos, son los que ella nos brindó en la charla.

Es muy lamentable y, sobre todo, poco sano para la democracia que casi ningún mexicano, entre los interesados en política, hable de las tan anticipadas elecciones federales de 2024 sin referirse a la competencia al interior del oficialismo, a la pugna entre los cuatro aspirantes que el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó "corcholatas", por aquello de los tapados y los destapes, en la vieja jerga del corporativismo priista en las contiendas.

Siempre, como es natural, había especulaciones, pero la espera era la del momento en que el valetudinario secretario general de la CTM, Fidel Velázquez Sánchez, tendría a bien "destapar" al elegido como sucesor, no solo candidato, del presidente ya enfilado a su ocaso, y en 65 años —con alguna excepción fuertemente reprimida, como en el caso de Manuel Ávila Camacho, quien enfrentó a Juan Andrew Almazán, que representaba una amenaza, digamos, seria, y de Carlos Salinas de Gortari, que según muchos perdió con el postulado de las izquierdas coaligadas, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en una elección cuyo robo fue operado por el veterano, hoy director del la CFE, Manuel Bartlett Díaz, ejecutor de la "caída del sistema"—, nop había de "otra sopa"; incluso en 1976, la oposición no presentó a ningún candidato contra José López Portillo.

Aquí el asunto es entre cuatro competidores, y todos son del Morena —y tangencialmente del PT—: el senador y exgobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal Ávila; el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández; Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de gobierno de la Ciudad de México, y Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores, con más o menos cercanos grados de aceptación y apoyo manifiesto.

En Quintana Roo, sin embargo, es notoria, por lo que se ha podido observar, una brecha más o menos amplia que separa a los dos últimos mencionados de los otros dos, con sustentos muy diferentes: sin que medie, desde luego, un pronunciamiento efectivo y claro por parte de la gobernadora Mara Lezama Espinosa —no puede haberlo—, se percibe cierta inclinación —y sororidad— a favor de Sheinbaum, postulante más identificada en el imaginario colectivo con Andrés Manuel López Obrador en calidad de "mascota", de consentida, de candidata propia del líder, mantenida in pectore.

Sucede así a nivel país: la doctora en ingeniería ambiental es —quizás erróneamente— percibida solo como un apéndice del presidente —sin importar su nada despreciable currículo político ni su sólida formación académica—, pero si bien las muestras presidenciales de afecto menudean, particularmente desde el púlpito extraoficial de la conferencia de prensa "mañanera", que en realidad es el trono desde donde el tabasqueño dicta sus decisiones a sus colaboradores y gobernados, López ha tenido el cuidado de, si acaso es, no demostrar expresamente su intención de pasarle la égida. Con excepción de Monreal, inevitablemente percibido como "malquerido", los demás no desconocen los momentos de estrellato desde Palacio Nacional, y no hay en el fondo ningún mensaje que los excluya.

La verdad es que Adán —como se le conoce—, quien goza de además del bono que implica la oriundez tabasqueña y una supuesta amistad personal —no inverosímil, pero tampoco tan clara— con el macuspano mandatario, de los beneficios que da la principal cartera política del país después de la presidencia, tiene a la mano todos los foros y palestras oficiales —su trabajo lo lleva "gratis" por todo el país, todo el tiempo—, pero nos encontramos en nuestras indagatorias entre la clase política con una opinión casi unánime: se trata de una persona extremadamente antipática, de sangre pesada y, paradójicamente, por su encargo, de casi nulo oficio político.

Marcelo Ebrard es, por su parte, justo lo opuesto de Adán Augusto: aun quienes no lo siguen coinciden en que su simpatía no es opacada ni con su respiración de Dark Vader y, aunque no fuera por simpatía natural, su larga carrera política le ha agenciado un trato amable y conciliador que no tiene ninguno de los demás. Más que ninguno en sus respectivos encargos, su trabajo como canciller es ampliamente reconocido, tanto doméstica como internacionalmente.

Pero como aquel chiste rojo de Carlos Slim buscando secretaria, y con la única probable excepción de Ricardo Monreal, la decisión tendrá como único criterio —aunque se sacaran las típicas encuestas de la manga— la voluntad del Señor de las Mañaneras, y casi todos se alinearán, desde el más rebelde de los militantes hasta el último de los gobernadores, fuere del Morena o de la casi extinta oposición.


HOMÚNCULOS

Es muy difícil ponderar para cualquier marcha o manifestación oficialista qué tanta concurrencia fue espontánea y cuánta se debió a la movilización forzosa de la burocracia, aunque ninguna duda cabe de que la proporción de la segunda fuente de almas mencionada, por lo menos para la celebración de la expropiación petrolera el 18 de marzo, fue inmensa.

Pero el hecho de que la última manifestación en defensa del INE, siendo eminentemente ciudadana y prácticamente libre de acarreos, fuera más grande —acaso el doble de participantes— no debe confundir a la opinión pública: lo más probable es que las encuestas que desde hace años no bajan la popularidad neta del presidente de un impresionante 60 por ciento no adolezcan de incertidumbre alguna, de manera que aunque sean auténticas y multitudinarias sean las muestras de rechazo a la Cuarta Transformación la base electoral de López permanece incólume.

Tendría que suscitarse una verdadera catástrofe para que el gobierno perdiese apoyo para las elecciones generales de 2024 en una proporción tal que estuviese en riesgo la elección de su candidato o candidata presidencial, y no percibimos en la agenda política del país una aduana tan riesgosa como para eso.

De manera similar, la barbarie de las hordas de seguidores presidenciales atrabiliarios que, siguiendo al pie de la letra como orden olímpica el linchamiento cotidiano de López a quienes percibe como sus enemigos, llevó a la quema de una efigie gigante de la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña Hernández, fue criticada y rechazada por todas las voces pensantes, civilizadas y —sí, aunque les duela— verdaderamente progresistas del país, pero celebrada por la muchedumbre e ignorada por el presidente, quien fue el instigador.

No importará que en la mañanera de hoy López acabe por reconocer con paternal tolerancia hacia sus mascotas embravecidas, furibundas, el tono de "Noche de los cuchillos largos" del infamante acto: a esas alturas, su silencio cómplice ya le habrá asestado una puñalada más —y muy dura— a la vida republicana.


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columnacafenegro@gmail.com


EN CHETUMAL...

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