La 4T para Quintana Roo
- Óscar González Ortiz
- 27 oct
- 4 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). Para un estado con una dinámica económica como la que establece la industria turística de capital privado, que es prácticamente la única existente Quintana Roo, las ideologías y tipos de regímenes no resultan tan importantes como lo son para las entidades predominantemente agrícolas o las propiamente industriales, caracterizadas por muy diversas relaciones obrero-patronales, por lo que las banderas partidarias no cambian mucho las cosas, como no sea el mayor o menor énfasis en el bienestar del pueblo o en la prosperidad de los patrones.
Al quintanarroense medio no le impacta mucho –ni le importa– que el poder lo detente un militante de izquierda, de derecha o de centro, pues las condiciones de los trabajadores del sector secundario –servicios–, al que pertenece el turismo, son muy distintas y en general mejores que las de los campesinos y los obreros, por bajo que sea el estatus del empleo.
El hecho de que la gobernadora Mara Lezama Espinosa haya surgido del partido Morena no resulta, sin embargo, irrelevante, pues no solo es el que detenta el poder a nivel federal, sino que su fundador, líder moral y máximo gurú es el expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien la apoyó con entusiasmo en su camino a la silla principal del número 1 de la calle 22 de Enero de Chetumal, sino que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, entre las muchas cosas que heredó del macuspano, dándoles plena continuidad, están el apoyo gubernamental e incluso un claro afecto por la mandataria caribeña.
Lo relevante para Quintana Roo de que Mara Lezama haya surgido de la coalición izquierdista liderada por el partido guinda no es su marca ideológica o sello político, sino que es el mismo que fundara el todavía muy poderoso López y en el que milita la líder de la política y la administración pública nacional.
Esto no quiere decir, desde luego, que la mancuerna federal y estatal de gobierno declaradamente proclive a apoyar a las clases trabajadoras y que enarbola la bandera de la justicia social no signifique nada para las clases menos favorecidas, pero la realidad es que antes del neoliberalismo que se enseñoreó de México desde el sexenio de Miguel de la Madrid los regímenes posrevolucionarios ya preconizaban la defensa de los intereses de los trabajadores, eran centroizquierdistas, socialdemócratas y populistas –dicho no como denuesto– por lo que el régimen del morena no es novedad en cuanto a sus rasgos, y en Quintana Roo poco cambió.
Mucho más que todo lo anterior, para el hic et nunc de los quintanarroenses es que estamos experimentando la mejor relación de nuestro gobierno con el central en la historia del estado libre y soberano, actualizando, acaso por primera vez, el pacto federal que –aunque sea en el papel– rige a nuestra república: Mara gobierna con plenitud de poderes constitucionales, la federación la apoya con firmeza y ella –“amor con amor se paga”, solía decir con frecuencia el expresidente– retribuye validando en actos, discurso y propaganda el respeto y apoyo que presuntamente brinda la presidencia a los estados.
De la “buena vibra” que se tiran mutuamente los gobiernos estatal y federal no hay ninguna duda, y si la hubo con el cambio de inquilina en el Palacio Nacional ésta ya no existe para nada: casi literalmente, Mara vive en el zócalo capitalino. No creemos que haya gobernador o gobernadora que haya participado in situ ni de manera remota en más “mañaneras” que la quintanarroense, que por cierto ha sido fundamental para mantener el sortilegio de la obra más emblemática –y faraónica, con un costo que superó en cuatro tantos el proyectado– del obradorato, manteniéndolo aún como emblema de la Cuarta Transformación a pesar de su real mediocridad y paupérrima realidad.
Se quieren: sí; se complementan: bastante; se benefician de su relación: mucho. Que sea correcta bara, legal, políticamente lícita o no dicha relación heredada y apuntalada hoy desde la finca La Chingada, no sabemos: lo que sí es un hecho, es que los quintanarroenses recibimos beneficios concretos de ese “cuatazgo”. Bienvenido, pues.
LA DICHA INICUA…
Estaría para retorcerse de la risa, si no fuera porque el escandaloso fracaso del Tren Maya, el estrambótico y megalómano proyecto de López Obrador, no solo significó la peor chunga mundial de nuestro país, sino la dilapidación de una monstruosa cantidad de dinero de los mexicanos.
Leemos en Novedades de hoy el titular “Tren maya tendrá rutas gratis”, con el bajante “Implementan de nuevo la estrategia para incrementar el flujo de pasajeros en la temporada alta de fin de año”: ¡Qué patético fracaso del proyecto estrella del expresidente, que no genera recursos ni por estar situado en una de las zonas turísticas más apetecibles del orbe ni por que nos aprestamos a recibir la “temporada alta” del turismo.
La nota de Jesús Vázquez informa que a partir de noviembre “en la compra de un boleto del Tren Maya a cualquier destino se ofrecerá el 100% de descuento en el viaje de regreso”.
El de la pluma ha recibido incontables testimonios fidedignos de las múltiples razones por la que el juguete de López es dramáticamente no solo ignorado, sino despreciado, y por desgracia para las finanzas nacionales las malas referencias y opiniones negativas vuelan a velocidad wifi. Caro, con pésimo servicio y sin atractivos reales para el turista, que lo menos quiere es estar encerrado en ese armatoste de fierro teniendo tantas bellas playas, inverosímiles paisajes y vestigios de la gran cultura maya por doquier.
Aunque nunca estuvimos de acuerdo con ese proyecto que lo único que dejó fue devastación del entorno natural, de valiosísimos bienes culturales y un cruento trastorno a las comunidades mayas de la Península de Yucatán, hay que pensar que a lo hecho pecho, pero aun siendo preferible para la economía nacional y regional que el hechizo ferrocarril funcionara y reportara ingresos, de acuerdo con la política turística federal vigente a nadie le interesa promover al impertinente tren peninsular.
GRILLOGRAMA
Tren Maya: bara, bara…
A la burla yo no incito
Y la insidia menos meto
Mas sí cambio mi boleto
¡Por dos cocas y un gansito!





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