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Tóxico coctel para México


COLUMNA EN NOVEDADES). El gobierno de Quintana Roo se ha esforzado, pero se ha quedado muy corto en la contención de los contagios de la letal influenza que azora al planeta entero. Por otra parte, vemos –desde casita, muy a resguardo, pues como el que escribe es hipertenso y padeció una muy severa pulmonía entre octubre y noviembre de 2019, es muy vulnerable a la rampante enfermedad, con muy probables efectos letales– que hay un problema cultural: en las redes sociales, los nefastos teóricos de la conspiración publican que “no pasa nada”, y como el presidente hizo en un aberrantemente irresponsable principio, invitan a la gente a salir, encontrarse, abrazarse y besarse. ¡Tamaño de bestias! Entre Andrés Manuel López Obrador, su secretario de Salud de facto Hugo López-Gatell Ramírez –que ya corrigieron y con notable decisión– y sus fans descerebrados, el futuro de este país está comprometido.

Las circunstancias debidas al entorno económico mundial, la pandemia del covid-19 y la errática conducción económica del país por parte del presidente –antes de que sus fans brinquen, les anticipamos que nacional e internacionalmente las opiniones en los medios de comunicación son casi unánimes en este sentido– tienen a México al borde de la peor crisis de que se tenga memoria. La influenza española de la segunda década del siglo pasado será eco de risa en comparación con las secuelas adversas a nuestra economía que vienen.

El presidente mexicano tiene la muy relativa “suerte” de que el colapso de su gobierno llamado la “4-T” está siendo opacado por la crisis global mayúscula de la enfermedad causada por el covid-19, pero, aunque no lo vea el pueblo, los números y las proyecciones domésticas y mundiales determinan sin lugar a dudas que su gestión, apenas a un año y medio de haber iniciado, se proyecta para ser la peor de la historia del México posrevolucionario pues su visión de la política y la economía es casi antediluviana.

No es culpa del coronavirus que nos agobia, aunque lo agrave mucho: la caída de la economía mexicana que los más optimistas pronostican del seis por ciento –eso, en términos legos, ya de por sí significa la virtual quiebra de un país– puede llegar incluso a ocho puntos negativos –tomando en cuenta los devastadores efectos de la pandemia que no se pueden achacar totalmente a López, es efecto de las políticas –o no políticas– económicas que ha asumido y dicta entre chistes y gracejadas el locuaz mandatario. Ya se comienza a hablar de una caída hasta del nueve por ciento de contracción.

El señor presidente compra alegremente estadios de beisbol –por más que sus fans digan que el Héctor Espino de los Naranjeros de Hermosillo se adquirió desde el año pasado, el pago, que debió recusarse, es actual, ya en plena contingencia– cuando nuestro país está metido en un tobogán vertiginoso con destino a la quiebra. La compra del parque de béisbol no es una transa ni es una mala operación, pero sí es muy inoportuna. La negativa ultraderechista de este señor a tomar medidas contracíclicas frente a un panorama escandalosamente recesivo ya tuvo respuesta de los gurús financieros internacionales, sin siquiera tomar en cuenta a la galopante pandemia.

Las tres principales firmas calificadoras internacionales –no importa si son demoníacas o cualquier cosa que digan los fanáticos de López, pero son a las que consultan los inversores del planeta Tierra para operar, y no ven las “Mañaneras”: Moody’s, Fich Ratings y Standard & Poors, amén de muchas locales y especializadas, redujeron en el mes (hasta dos veces) la calificación de México como destino de dinero y en particular pusieron en la semana precedente a Pemex –adoración de López– y a la CFE –a cargo de su gatillero Manuel Bartlett Díaz– como palo de perico: los negocios públicos del México de que lidera el presidente tabasqueño son los más fallidos del orbe.

¡Y comprar dos estadios de béisbol en Sonora! Insistimos: aunque se hubiesen apalabrado las adquisiciones a fin del año pasado, antes de la emergencia sanitaria, fue un acto de gran irresponsabilidad para un gobierno quebrado solo porque a su titular le gusta “macanear” (en sus propias palabras) con un bate, en un parque con forma de diamante. Tenemos a un presidente que actúa solo por capricho.

Mas sin nada que ver con la pandemia, nuestro país está al borde de la catástrofe económica. Las notas periodísticas del mundo entero señalan los yerros del señor López, y sitúan a México a la cabeza de una quiebra global que se avecina. Muy alineado con Washington –López y Trump intercambian flores casi a diario– nuestro presidente desdeñó las advertencias de los analistas mundiales (él tiene “otros datos”) y sacó al país del grado de inversión de las firmas calificadoras. Salvo condiciones leoninas, ningún país o empresa del mundo invertirá en México y hasta nuestra industria turística morirá lentamente.


HOMÚNCULOS

A pesar de la brutal caída de los costos internacionales del petróleo, México no puede bajar los precios de los combustibles debido a una paradoja económica –y esto no es para nada culpa de este gobierno ni del petrolizado presidente López Obrador–: si los precios mundiales suben, las gasolinas que importamos en gran volumen se hacen más caras. Si bajan los mismos precios globales, nuestras exportaciones de crudo rinden mucho menos, por lo que Pemex sufre pérdidas y no está en condiciones de bajar sus precios.

Pero de algo sí será culpable el titular del Poder Ejecutivo: construir una refinería para entrarle más fuerte a un mercado tan viciado, perdido de antemano, será echar a la basura el dinero de los mexicanos (como con los estadios de Hermosillo y Ciudad Obregón, donde se hizo la pantalla de que el dinero será para atender la emergencia sanitaria: no es una transa, pero el dinero lo hubiera otorgado y punto), ¡y no hay el menor indicio de una sana marcha atrás en el proyecto Dos Bocas, que sí es una inversión perdida de antemano!


GRILLOGRAMA

Playball...


Así, en un momento dado

Nomás, por puro capricho

Este presi susodicho

Al país tiene ponchado


columnacafenegro@gmail.com


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