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Alito: salvar al PRI

  • Óscar González
  • 15 jul 2019
  • 4 Min. de lectura

(COLUMNA EN NOVEDADES). Cierto es que el PRI no pide queso, sino salir de la ratonera, y ese ha sido el tema recurrente durante las giras de los aspirantes a dirigir al instituto político a nivel nacional. Por lo menos los dos candidatos que en cada plaza han buscado calar más allá del mitin clonado ciudad por ciudad reuniéndose con líderes de opinión y periodistas, el oaxaqueño Ulises Ruiz Ortíz y el campechano Alejandro Moreno, que acaba de visitar el norte de Quintana Roo, así lo admiten.

Los resultados electorales para el Partido Revolucionario Institucional en las pasadas elecciones federales fueron muy malos, y en las de diputados a la XVI Legislatura de Quintana Roo la cosa fue apenas un poco mejor, incluso con un triunfo en Cozumel.

El Tricolor fue barrido de manera inmisericorde por el Morena del presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque si nos olvidáramos de los pequeños partidos-rémora que algo sacaron de las coaliciones, compitiendo en solitario en términos reales el PRI acaba siendo la tercera fuerza político electoral del país, detrás del PAN.

El hasta hace un par de semanas gobernador de Campeche y actual aspirante a la presidencia nacional priísta, Alejandro “Alito” Moreno, en una comida con una veintena de columnistas de Quintana Roo celebrada el viernes en Cancún, reconoció lo anterior, pero insistió, con base en los datos que indican que su partido gobierna a más mexicanos que los demás, en que es falso que el PRI esté muerto o en articulo mortis: diríamos que está en la sala de terapia intensiva.

Podríamos aclararle al gobernador con licencia Alejandro Moreno que la estadística de posiciones de poder en la que el PRI ciertamente estaría adelante en los números no reflejan la realidad política actual, que por cierto acabamos de vivir en Quintana Roo con la elección de diputados a la XVI Legislatura, muy sintomática porque fue la primera junto con las de otros cuatro estados con Andrés López ya instalado en la silla presidencial: la coalición encabezada por el Morena y sus aliados PT y el eterno oportunista PVEM ganó en 11 distritos, mientras el PAN obtuvo dos curules y el PRI se llevó la solitaria del honor para el distrito de Cozumel, en la persona del exalcalde y también exdiputado Carlos Hernández Blanco. Más o menos así está el balance político del país, pero Quintana Roo recuerda algo más de su pasado fundacional 100 por ciento priista.

Así como comprobábamos que aunque el presidente padece de una leve disminución de su enorme popularidad —que por cierto a todos les sucede al poco tiempo de tomar las riendas: los “chairos” de corazón son por naturaleza opositores y no se sienten cómodos en el poder, aunque también van creciendo las decepciones— sigue siendo con mucho el hombre fuerte del país, pero también le creemos a Alito, para muchos el más perfilado para encabezar el CEN priista, que el villano favorito de la política mexicana del siglo XX si bien disminuido tiene esperanza y es para lo que él ofrece trabajar. Nos parece que lo tiene todo y, so pena de caer en lugares comunes, es joven, acumula experiencia y su trayectoria ha estado unida a las abandonadas bases partidistas.

El PRI fue el partido único durante 71 años: desoyó las voces de alerta de propios y extraños y ahora anda arrastrando la cobija. El otrora prometedor PRD fue la tercera fuerza electoral y ahora está al borde de la extinción, al grado de que con tan pocos senadores perdió el derecho de formar fracción parlamentaria. Por ser tercamente socarrón el Sol Azteca está a punto de desaparecer y ya lo único que debe concernirle es la conservación del registro: Caronte se frota las manos.

Alito se dice capaz de alejar al PRI de la Luz que brilla al final del túnel. Veremos, primero si gana y luego si rescata al PRI.


HOMÚNCULOS

Andrés Manuel López Obrador y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller ya fueron al súper a buscar cajas de 360 huevos y compraron rollos de cinta canela para la mudanza a Palacio Nacional.

La pareja presidencial, que es en extremo aficionada a la historia de México, pasará a la misma por haber cometido dos feos atentados en su contra: convertir a la digna y mundialmente reconocida residencia oficial Los Pinos en un paseo dominical para las familias que visitan el Lago de Chapultepec o el zoológico y disfrutan de los tradicionales muéganos y de los rosados algodones de azúcar. Fue como si un presidente de Estados Unidos hiciera de la Casa Blanca un parque de diversiones, uno argentino convirtiera a la Casa Rosada en un museo para honrar a Maradona o un primer ministro del Reino Unido diera en renta el inmueble del número 10 de Downing Street por sacar una lana para los chuchulucos.

Pero si algo atenta contra la dignidad de nuestra historia y cultura es la abstrusa, nada práctica y contaminante —¡la polución ambiental que traerá instalar el despacho más importante del país en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México, donde no hay vialidades adecuadas y menos estacionamiento, como sí los hay en la ex residencia oficial de la avenida Parque Lira— necedad presidencial de habitar la simbólica sede gubernamental.

¿Es que el delirio de López Obrador por Benito Juárez ya se volvió fetiche, y el presidente quiere tener intimidad en la cama de Benito Juárez, que aún se conserva en el departamento que ocupó el Benemérito de las Américas en el Palacio Nacional?

Aberración populista, necedad autocrática, megalomanía histórica.

GRILLOGRAMA

La vecindad del Zócalo...

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Poner a secar sus chones


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