Tren Maya: visión correcta
(COLUMNA EN NOVEDADES). Pensar que el Tren Maya, proyecto emblema de Andrés Manuel López Obrador, será un gran negocio es un equívoco, pero de realizarse sin duda será magnífico para el combate a la pobreza en vastas zonas del sureste del país. Percibimos varias incongruencias y hasta absurdos en los propósitos expresados por el presidente electo desde que ganó la elección, pero algo muy alentador es que con todo y rasgos muy derechistas el corazón de su idea del papel que debe jugar el gobierno en la economía y el desarrollo del país es de corte social demócrata, y nuestra realidad como un país con más 50 millones de pobres demanda justamente eso.
Hasta el campechano Alejandro “Alito” Cárdenas Moreno, el más furibundo gobernador anti López Obrador de la región ahora anda bien acuache se lleva de piquete de ombligo con el inminente presidente, lo cual se entiende: solo un puñado de municipios del país, como Naucalpan, Tlalnepantla, San Pedro Garza García y los quintanarroenses Benito Juárez y Solidaridad tienen ingresos propios equivalentes sus gastos, y no va a cambiar en mucho tiempo la dependencia económica de la federación, que por cierto tampoco tiende a aplicar justicia distributiva en lo fiscal. El quintanarroense Carlos Joaquín González, en cambio, sí fue claramente amigable con las posturas de López Obrador incluso antes del 1 de julio.
Es el mandatario caribeño quien ha dado el mejor sustento al proyecto Tren Maya, que de manera ociosa el propio equipo del próximo presidente ha intentado justificar como si tuviera viabilidad económica, planteando que de la venta de tiquetes se pagaría su construcción y operación. El sábado Carlos Joaquín, en reunión en la bella ciudad amurallada con Andrés López y gobernadores de estados que tocará el derrotero del Tren Maya: el de Chiapas Manuel Velasco Coello, el electo de ese estado Rutilio Cruz Escandón Cadenas y el de Yucatán Mauricio Vila Dosal, además del anfitrión Alejandro Cárdenas, expresó que su gobierno logrará con la construcción del susodicho ferrocarril un propósito primordial de su gobierno: disminuir la desigualdad entre el próspero norte turístico y el atrasado sur de su estado.
De eso se trata: se ha controvertido la ruta de alrededor de mil 500 kilómetros del proyecto ferroviario con el argumento de que más allá de los tramos Cancún-Chichen Itzá –si acaso hasta Mérida– y Cancún-Tulum no sería rentable, pero lo que pretenden con visiones muy similares López Obrador y Joaquín González es que el norte turístico de la península sea subsidiario con los estados, regiones y comunidades menos favorecidas, amén de que el gobierno debe subvencionar con su gasto el desarrollo de todo el país y no solo de los polos económicamente pujantes. De eso se trata gobernar, pero lo cierto es que una economía gubernamental que como quería John Maynard Keynes se aplica a estimular el consumo interno acaba por incrementar la demanda agregada y la riqueza nacional. Esa es la visión correcta.
Mal vendido, con mentiras e intentos zotes de darnos atole con el dedo, pues no será rentable como lo promovieron e implicará un nada pequeño costo para los gobiernos, el multicitado Tren Maya sería por demás un enorme factor de desarrollo para los mexicanos que habitamos el sureste del país. El gobierno no es banco –como equívocamente se ha desempeñado durante más de siete lustros–, sino propiciador del desarrollo. Eso parece lo que por lo visto se hará.
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