Judicialización enfermiza
(COLUMNA EN NOVEDADES. CLIC EN IMAGEN).Janine Otálora Malassis, magistrada presidenta del Trife, señaló en el programa de opinión en televisión de Carlos Marín que desde luego hay desconfianza, pero también inmadurez por parte de los actores políticos –partidos y candidatos– que pretenden ganar en juicios lo que no consiguieron en las urnas. Es irónico que el “perfeccionamiento” de los órganos electorales, en este caso los jurisdiccionales, en vez de estimular la preeminencia del voto haya estimulado la sofisticación de las chicanas legaloides como método de acceder al poder.
A más habilidosos –que no necesariamente mejores– abogados, más puestos de elección popular obtienen los partidos, preocupados sobre todo en encontrar fragilidades jurídicas para vencer a sus adversarios que en idear propuestas, programas, planes y esquemas de gobierno que convenzan a la ciudadanía.
Parece un mal necesario, dado que la legalidad, cuando existen dudas, descansa en los tribunales electorales locales y federales, pero la opinión de Janine Otálora refleja más mal que necesidad en la acostumbrada judicialización de los comicios, que tantas veces arroja decisiones obligadamente legalistas y en muy pocas ocasiones justas, y menos correlativas a la voluntad popular.
De cualquier manera, si bien la elección presidencial difícilmente encontrará arenas judiciales para ser litigada –todo indicaba que Andrés Manuel López Obrador estaba arrasando–, elecciones clave para la vida nacional –concretamente la del Congreso de la Unión, que determinará en buena medida si hay equilibrios y contrastes, o virtual unanimidad a favor del candidato de Juntos Haremos Historia– y las cruciales para las regiones y los estados pudieran empantanarse en una sobrecarga para los tribunales, que –como en el famoso caso Chanito– por cuestiones de la perentoriedad de los tiempos electorales a veces deciden casi por “volado”.
Es la escuela poselectoral del PRD, que muy bien aprendió Alejandro Ramos Hernández, verbigracia, para tumbar al candidato de su propio partido órgano tras órgano electoral, y allanó el camino para la “enemiga” candidata lopezobradorcista María Elena Hermelinda “Mara” Lezama, de por sí fuerte, para gobernar como munícipe a más de la mitad de los quintanarroenses en el municipio más importante del estado y número uno de los destinos turísticos del país e incluso de Latinoamérica.
Por otro lado, las elecciones en general se desarrollaron de una manera sorprendentemente regular y pacífica, tomando en cuenta que el proceso electoral estuvo acompañado por un récord negro –o rojo– de asesinatos de políticos y de imposiciones de candidatos por parte del crimen organizado. Poco más de una decena de casillas no fueron instaladas en todo el país, lo que significa un porcentaje al que después del punto decimal hay que agregarle dos ceros: o sea, prácticamente nada.
Los escasos escándalos y zipizapes fueron por lo de siempre: facciosos partidistas en las poblaciones más pequeñas y casillas especiales con ciudadanos que rebasaron las 750 boletas de ley, cantidad que tiene su razón de ser.
El intríngulis, insistimos, vendrá después del cómputo, en una semana.
GRILLOGRAMA
Abogánsteres...
A la democracia mata
La leguleya chicana
De aquel que cuando no gana
Con sus mañas arrebata