Félix González Canto, inerme
(COLUMNA IMPRESA EN NOVEDADES. CLIC EN IMAGEN). No habrá fuero que valga, y si alguien quiere levantarle la mano a través de acusaciones penales podrá hacerlo. Desde luego que no podemos –ni debemos– hablar de culpabilidades por los constantes señalamientos de corrupción del exgobernador de Quintana Roo Félix González Canto mientras no sea formalmente acusado, procesado y sentenciado por un juez, pero en términos de opinión pública sí que penden sobre él como espada de Damocles terribles sospechas. La última la leímos en un obituario escrito en Facebook por Fabiola Cortés Miranda, la periodista, abogada y activista que preside la asociación civil Somos Tus Ojos, quien pusiera en el radar de la justicia, mejor que la propia Fiscalía General del Estado, al hoy encarcelado Roberto Borge Angulo por parejos temas; que ella haya dicho que está segura de que el susodicho acabará en prisión pudiera ponerlo a temblar. A cualquiera.
Félix González está por terminar un periodo de seis años de fuero contra toda acción justiciera pues es senador de la república, y ante los crecientes señalamientos y fobias derivados de la llegada a la gubernatura de su acérrimo rival Carlos Joaquín González era de esperar que buscara extender por lo menos tres años esa patente de corso o certificado de impunidad haciéndose de una curul en la cámara baja para la próxima legislatura federal, pero ayer aparentemente la posibilidad quedó descartada: no irá como candidato en algún distrito electoral federal de Quintana Roo, pero tampoco quedó incluido en la lista de su partido para la tercera circunscripción –que incluye a Quintana Roo– para ocupar un escaño en la cámara de diputados.
Por su estatus de exgobernador, por sus supuestos altos alcances en las ligas mayores de la política nacional y por su exultante caudal económico muchos suponían que González Canto tendría al menos un trienio más de protección constitucional, pero si acaso –como amenaza Fabiola Cortés y cabría suponer también por sus muy poco afectuosas relaciones con el gobierno estatal, que no mejorarán pase lo que pase el 1 de julio– alguien le alza la mano el exmandatario tendrá que defenderse por sus propios medios, lo que entre los ánimos políticos imperantes y las circunstancias de sus amigos no parece tan pan comido.
Hasta Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y por un tema que le duele mucho más que una patada en la entrepierna –su dinerito– le tiene ojeriza a Félix. A Carlos Joaquín lo frenó cuando se disputaba la candidatura priista a gobernador para darle paso a su delfín Roberto Borge Angulo, así que desde luego no esperará benevolencia ni apapachos del grupo hoy por hoy en el poder si es que la justicia contra la corrupción le empieza a mordisquear las corvas.
En general fiel a su estilo –la excepción se dio por una sonada zacapela en un cumpleaños de Quintana Roo– González se mantiene en un sano bajo perfil, pero al acabársele el veinte el 31 de agosto seguramente se volverá a hablar de él.