Salvas y pirotecnia antes del informe
(COLUMNA EN NOVEDADES. CLIC EN IMAGEN). Qué pobre y triste oposición tiene Carlos Joaquín González: más que políticos parecen mendicantes roñosos, no más letales que la mesera que escupe en la taza de café del comensal que no fue muy amable. Así no va a funcionar el estado: gastadas ya las temáticas del refinanciamiento de la deuda, los supuestamente brutales despidos de la reingeniería y últimamente los uniformes escolares adjudicados para su adquisición a una empresa más de la “poblanofobia”, ahora a los mártires del camote no les queda más que inventar capítulos de la Rosa de Guadalupe para replicar en los medios populares para atacar al gobierno. Con la opinión pensante e informada, incluida la más crítica hacia el gobierno, no pudieron, así que ahora el clamor de “dónde está el cambio” pasó del ágora al mercado, de los cenáculos a la verdulería.
Nosotros, que no somos bienqueridos aunque tampoco nos han puesto mordaza, hemos expuesto aquí temas y flancos vulnerables del gobierno joaquinista. Hay áreas enteras de la administración públicas que funcionan mal o de plano no funcionan, pero los desplazados por del sexenio o los que se sentían merecedores de encomiendas colosales --léase de mayores huesos-- andan que trinan y a falta de oficio ahora incurren en la bajeza de pagar paleros y plañideras profesionales. ¡Por favor! El tema de los uniformes era mucho mejor --más sabroso: tenía carnita por lo menos--, pero conocemos a dos o tres perversos que entienden muy bien el comportamiento de las masas y saben infiltrarlas con bastante efectividad cuando los argumentos merman. No son nada inocentes las señoras utilizadas: varias integran esa perniciosa red de líderes de colonia que son extorsionadoras profesionales: resabios de lo peor del PRI del siglo pasado.
Lo cierto es que el mandatario estatal domina as a matter of fact a los partidos --el Tricolor es claramente más joaquinista que Carlos Joaquín--, a los poderes y a todo ente que pudiera hacer contrapeso, así que los resentidos --muchos de los cuales fueron, ¡oh paradoja!, joaquinistas--, en vísperas del besamanos anual andan maiceando a las ñoras para que llamen a la radio de denuncias y complacencias para pedir que les pongan Amor eterno en el aniversario del fallecimiento del Divo de Juárez y de paso denunciar a los hojaldras del gobierno de santo y seña pipope.
De veras que se pasan de lanzas los padres de familia --en realidad, aunque lo sean, actúan como pandilleros golpeadores, esquiroles perniciosos ante algo tan valioso para nuestro país, tan delicado y fundamental como lo es la educación pública-- que se prestan como merolicos para atacar a las instituciones, que son pobres, defectuosas, limitadas o lo que usted lector les quiera colgar, pero son la bese de lo poco que sostiene a este México tan amenazado y trastabillante. Una despensa, dos boletos para el cine, la chamba para la nena o el bribón del mozalbete, ¿justifica que la gente se preste a jugar el rol de “patiño” del activismo desatado contra el gobernador Carlos Joaquín González y el congreso estatal en vísperas del primer informe de gobierno y de cara a las elecciones general y locales, a costa de la educación de nuestros infantes y jóvenes?
La señora que marca el número de la radiodifusora para señalar supuestos atropellos contra los niños lo hace con una mano, porque en la otra trae el “sabucán” lleno con bolsas de frijoles, arroz, gelatinas en polvo y papel de baño bien suavecito y esponjado: los saboteadores profesionales saben de la carestía que padecen las familias y la aprovechan, pero las personas que se prestan al golpeteo que socava a las instituciones más valiosas que tenemos --la escuela, pues-- venden su alma al diablo para contar con unos paupérrimos minutos de bienestar.
Es la secretaría más grande y compleja del estado de la que estamos hablando. Sus trabajadores principales, los maestros, son por naturaleza críticos, rebeldes y hasta rijosos, pues son al mismo tiempo personas muy preparadas, más que el promedio de la sociedad, y agentes involucrados en los asuntos comunitarios. Decía la abuela que antes todas las familias “bien” querían tener para su beneficio tres puestos laborales asegurados: gobernante, para el más popular; sacerdote, para el más hipócrita, y maestro, para el más perverso. Lo cierto es que los profesores son materia de alto riesgo para la patronal, pero también representan a lo mejor del tejido social. Como en todos los colectivos, hay buenos, malos y peores, pero el profesor, del SNTE, la CNTE o de la Sección 25, grillo o gobiernista, en México sigue representando a lo mejor de las comunidades.
Las veleidades de los mentores las hemos criticado aquí, pero siempre tuvimos claro que responden a luchas políticas y relaciones con el poder, pero que los padres de familia se estén prestando en estos días a enrarecerle el ambiente al gobernador en su primera gran cita ciudadana, su primer informe de actividades, a cambio de las sucias monedas con las que se paga a los mercenarios, sí es patético: comprometer el futuro de sus hijos cochineando sin más las delicadas relaciones del proceso educativo, atacando a quienes les brindan educación con “razones” pueriles, banales y por lo demás ridículas dice que vale más la caguama que se compran con el pago que sacan los activistas opositores que la viabilidad social de su progenie. Lo diremos en sánscrito antiguo para no ofender: tienen muy poca madre.
El maestro de deportes de la secundaria Othón P. Blanco les habla feo a los alumnos y hace que las niñas arriesguen el manicure asignándoles actividades físicas. Una señora se toma el tiempo para acusar a los prefectos de la misma escuela porque exigen a los niños usar zapatos tenis negros. Ya sabe usted, lector: asuntos de la mayor importancia para la educación de Quintana Roo.
Como que se percibe que las fuerzas adversas al cambio que decidió la ciudadanía optaron ahora por el falso bajo perfil de la denuncia ciudadana, la inconformidad social con eco en los medios de corte popular para carcomer a un sistema que mientras más gana en transparencia --más lentamente de lo que esperábamos, ciertamente, pero en marcha-- menos espacios deja para la crítica y la denuncia mediática de los grandes asuntos y --sobre todo-- de la danza de los millones. Ahora se trata de alborotar a señoras revoltosas para que denuncien en la radio lo que sea a cambio de la consabida torta, el gansito y el Frutsi.
¿De veras ya se les acabó la pólvora? Ya sólo tiros de salva, pirotecnia y artificios quedan después del supuesto despido de miles de burócratas --en realidad no llegaron a 200 lo mandos los cesados, menos que en los cambios de gobierno de Félix González Canto o el antedicho Roberto Borge--; se ha abaratado la estrategia de guerrilla, que a falta de gatilleros mortíferos no hace más que echar polvos pica-pica y cuetes apestosos, sólo para incordiar, afectando no a los detentadores del poder sino a las familias, a los infantes y los adolescentes.
Molestia, zozobra, desconfianza y cierto malestar, como un ojo de pescado en la punta del dedo gordo es el efecto de esta infame estrategia en el cúmulo de poder. Descomposición social, pérdida de valores e inquietud comunitaria son los daños colaterales que trae consigo la “estrategia” de pagar a gordas revoltosas y feas para quejarse en la radio, lo que sospechosamente sucedió varias veces en el mismo día, que suponemos fue el del pago de la iguala.
LA DICHA INICUA…
Que ni piense el recién nombrado por la décimo quinta legislatura del congreso de Quintana Roo auditor superior del estado que le hicieron un bien. Antes los auditores salían muy bien parados --y seguramente muy bien forrados-- si tenían la capacidad técnica para disimular --solventar, en su jerga-- las raterías de los gobernantes de los tres poderes y dos órdenes de gobierno en el estado. Más parecían barrenderos que fiscalizadores justicieros.
Un vistazo ligero a la antedicha circunstancia pudiera hacer suponer de manera equivocada que la chamba ahora es tranquila y relajada, pero si se le mira bien es peor: encontrar y señalar corruptelas es una misión que este gobierno se echó encima desde la campaña por la gubernatura y el resto de los cargos de lección popular, y sin apuran a este que escribe pudiéramos dar nombres de ratones muy reputados que se enquistaron por ahí.
Son hábiles, expertos en la prestidigitación y tienen poder. Los diputados eligieron por un período de siete años a Manuel Palacios Herrera como nuevo auditor superior del estado, cargo que ocupó interinamente desde que renunció Javier Zetina González. No. Ese puesto de palo de perico no se lo envidiamos para nada a don Manuel Palacios.