Warning con los oportunistas
(COLUMNA EN NOVEDADES. CLIC EN IMAGEN). Lo local, lo que pasa o deja de pasar aquí, en el terruño, es lo que nos puede interesar de este abstruso asunto del “warning” del Departamento de Estado del país vecino del norte, pues el nivel de visitantes norteamericanos a nuestros magníficos destinos turísticos permanecerá inalterado. Para ver la mala leche y las insidias, las traiciones y los oportunismos no necesitamos mojarnos la espalda: los mexicanos y los quintanarroenses tenemos aquí mismo, a pasto, a los enemigos que nos merecemos y a muchos más. Cada asunto peliagudo que en otras latitudes convocaría solidaridad y hasta unanimidad en la defensa de lo nuestro; aquí es motivo de las peores mezquindades y bajos oportunismos.
Cuando hay un gobierno republicano o la influencia del estado de Texas --de donde esperamos que las personas sufran lo menos posible por el recién sucedido embate del huracán Harvey, dicho sea de paso-- es mayor en la cartera política interna del país vecino, los embates contra el Caribe mexicano se multiplican, pues Cancún suele acaparar el turismo adolescente en el spring breake o el juvenil en el summer breake que pudieran llegar a Corpus Christy, la Isla del Padre y en general a la no tan fulgurante oferta del estado de la estrella solitaria, y claro que no nos quieren nada por ese hecho
El gobierno estadounidense levanta flamígeras banderas rojas con sus warnings en un siempre vano intento de que los estadounidenses no vuelen al sur para vacacionar. Hay que decir que sería rara avis el viajero que antes de agarrar las chancletas y el bronceador se tomara la molestia de averiguar qué pingajos opina su gobierno de su destino de viaje al sur del río Bravo --Grande, para ellos--.
Hemos sabido que el emporio vacacional de Punta Cana --República Dominicana--, hoteleros de Puerto Rico, Jamaica, las Islas Caimanes, todas las Antillas --mayores, menores y minúsculas-- y la mayoría de los destinos de cruceros del Caribe también han metido dinero bueno al malo tratando de sabotear a México a través de una ceja elevada y un dedo amenazante del decrépito Tío Sam. La verdad es que nunca ha pasado nada.
Pero ya sea un huracán o se trate de problemas sanitarios, políticos o de inseguridad y violencia, el único warning que debiera concernirnos es el que encienden --las redes sociales sirven primordialmente para eso-- los múltiples oportunistas que desde sus muy particulares atalayas avientan bombas Molotov a las trincheras que aseguran defender: bienvenidas sean las hostilidades de Estados Unidos y todas las calamidades imaginables --sienten-- si son útiles para fustigar a un gobierno que consideran causante de no tener en la mesa familiar el “hueso” de siempre. Que se ciernan sobre nosotros todas las plagas si para fustigar al sistema pudieran ser de utilidad, y mientras peores sean sus consecuencias, mejor todavía.
Entre los promotores del escándalo antigubernamental --que no son sólo los que abiertamente no quieren a Carlos Joaquín González, sino muchos de los que con la diestra se quitan el sombrero y con él barren el piso que habrá de pisar el gobernador, pero con la siniestra le ponen todo tipo de celadas-- hay una mezcla perversa de conocimiento e ignorancia, condiciones asumidas, por igual a conveniencia que a tontas y a locas. Algunos hablan inglés, y bien saben que la palabra “warning” acepta varios significados en el idioma de Shakespeare y muchas acepciones en español. Los burdos paleros de las redes sociales, de los pinchurrientos “portales” maliciosos y de escasa ética, a ojos vistas ni el castellano manejan o siquiera medio entienden se lanzan con el pecho descubierto a la expresión idiota, pero algo los lee la gente. Los matices en nuestro idioma de “alerta”, “alarma”, “advertencia”, “aviso” y varias acepciones más de la voz “warning” están mucho más definidos: la leyenda en la cajetilla de cerillos que advierte de que hay que mantenerla lejos del alcance de los niños, o el letrero luminoso en el auto que avisa que hay que cambiar el aceite del motor so pena de desbielarlo en inglés usa la misma palabra que cuando se alerta por el impacto de un huracán o que cierto procedimiento inadecuado causaría una mortífera explosión, quemaduras o incluso la muerte, verbigracia. Los agoreros enemigos de Carlos Joaquín y en general de los gobiernos de los tres niveles que hoy operan “tradujeron” en sus balbuceos la palabreja con sus connotaciones más siniestras. Unas pocas horas les duró el gusto, que amainó conforme se fueron manifestando las voces más autorizadas.
Lo que se dijo ya con la cabeza y otras partes del cuerpo menos encendidas fue que, en efecto, y aun siendo en buena parte una percepción debida al maquillaje aplicado por el gobierno de Roberto Borge Angulo a los hechos de la inseguridad creciente en contraste con los reportes más realistas de la actual administración, la violencia y en particular los homicidios por parte de delincuentes es una realidad lacerante que ha venido agravándose, y eso es justamente lo que consigna el capítulo del warning que está dedicado a Quintana Roo.
Es cierto que de no atenderse la inseguridad pudiera llegar a los tóxicos niveles hasta ahora meramente catastrofistas que hicieron relamerse los bigotes a los opositores a ultranza de Joaquín, pero el hecho es que esta, digamos, advertencia, sugiere a los viajeros tener cuidado al visitar el norte turístico de Quintana Roo por el incremento de los incidentes: “U.S. citizens should be aware that according to Government of Mexico statistics, the state of Quintana Roo experienced an increase in homicide rates compared to 2016. While most of these homicides appeared to be targeted criminal organization assassinations, turf battles between criminal groups have resulted in violent crime in areas frequented by U.S. citizens. Shooting incidents, in which innocent bystanders have been injured or killed, have occurred”. A la letra.
Dice la advertencia que los ciudadanos estadounidenses “should be aware” --deben estar conscientes-- de las situaciones que explica en seguida, sin pedirles --como en otros casos-- que no viajen a Cancún, Playa del Carmen o Cozumel. Otros estados, ciudades y carreteras del país están prohibidos para empleados del gobierno federal estadounidense, unos más limitados a horarios diurnos y caminos de cuota. En Chiapas se prohibe de plano el uso del transporte público. Como puede leer usted arriba, nada de eso, salvo precaución, aplica para Quintana Roo ¡Abuzados mis güeros!, pues, diríamos que dice el que dice. Eso es todo.
HELADA MADRINA
Interesante y digno de tomar en cuenta es el reporte para el mundialmente famoso periódico Miami Herald del connotado periodista político-económico internacional Andrés Oppenheimer. No tenemos duda de que el gobierno del estado norteamericano de Texas envidia el flujo creciente de estadounidenses a Cancún, como decíamos, al igual que todos los competidores que la estrella del Caribe mexicano deja a la zaga, pero nos parece difícil creer que la advertencia del gobierno federal estadounidense sea una ficha movida por la macabra mano blancuzca y huesuda de Donald Trump para influenciar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que nuestros países y Canadá celebran y recién concluyeron en su primera ronda. Difícil, pero no lo descartamos del todo. Hasta eso nos tragamos más fácilmente que las lluvias de sangre diarias que refieren los medios amarillistas y los bots del patio en las redes sociales.
Es inaceptable tener dos o tres asesinatos diarios en nuestras principales ciudades turísticas, sí. Eso no es mito: es real, lacera y carcome a la sociedad. Es una asignatura con la que no ha podido el nuevo gobierno, y de la que habrá de responder en su informe el gobernador el próximo día 9 de septiembre. La delincuencia de alto impacto y la común han crecido notablemente en ciudades otrora tranquilas y muy seguras, como Chetumal, Felipe Carrillo Puerto y Tulum, donde el peor negocio que había era la venta de candados. Están cortas, si se quiere muy atrasadas nuestras autoridades en el combate a la delincuencia, pero tampoco es cierto que navegamos en ríos de sangre vertida por la violencia criminal de los pasquines. Al menos el warning, la advertencia estadounidense no tiene una línea, una palabra en ese sentido. Afirmarlo es tan irresponsable como atentar contra eso que sí funciona y fundamentalmente alimenta a Quintana Roo: el turismo, industria de la cual somos líder en un país que está en octavo puesto mundial.
Queda claro que de quienes debemos cuidarnos más no es de los gringos malintencionados que nos sacan la lengua, sino de los oportunistas que nos retratan como si fuésemos el séptimo círculo del infierno de Dante con tal de vender algunos papeles o servir bien a sus amos malquerientes del gobernador. Si de pisarle un cayo a Carlos Joaquín se trata no les importaría que no llegara un solo turista.
No le hagan la chamba a mister Trump, diríamos a los buitres. No les haga el menor caso a los torvos plumíferos, le pedimos a usted, estimado lector.