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El Comandante Remby


Es cuestión de tiempos, de propósitos y prioridades: mientras el grave problema de la violencia que genera la delincuencia organizada no tiene treguas ni admite la menor dilación en su atención, el bisoño presidente municipal de Benito Juárez Remberto Estrada Barba tiene toda su concentración --por escasa que sea, pues no es famoso por su capacidad intelectual-- en mover su propio proyecto político, que consiste en convertirse en senador por Quintana Roo.

Para Remberto el problema de la seguridad en Cancún no es de sangre, de muertes, de familias destrozadas por la violencia criminal ni de la zozobra de la gente que a cada rato escucha silbar ráfagas de armas de alto poder sobre sus cabezas, en plena calle y a la luz del día. Tampoco es de que el más reciente y focalizado objetivo sea una policía municipal infiltrada por las bandas de la delincuencia organizada que se disputan la plaza y masacran elementos a diestra y siniestra por no servirles o estar trabajando para grupos rivales. Vamos, el problema para el imberbe munícipe tampoco tiene que ver con la amenaza creciente de afectación a la industria turística, con el acoso al comercio organizado y a la iniciativa privada en general, ni con el colapso de las actividades productivas y el empleo. Su desazón se debe única y exclusivamente a los descalabros que su ruta crítica rumbo a la cámara alta pudiera sufrir.

Mas ya hemos dicho que ni al más barbero de los barberos que el jovenazo Estrada Barba tiene como corte se le ha pasado por la sesera tildarlo de brillante, por lo que en sus propios cálculos --los de su conveniencia, pues-- también está muy errado. Los días precedentes y en particular tras las balaceras contra elementos de la corporación municipal que dejaron un muerto y tres heridos, se ha insistido en el tema del mando policiaco único, y ahora que el gobierno de Carlos Joaquín González insiste en la coordinación como la más viable manera de hacer frente a la embestida criminal el aspirante a senador se resiste, seguramente pensando que no debe permitir que nadie le haga sombra en el enclave del que se siente reyezuelo.

Dos dedos de frente le permitirían ver a Estrada que la responsable decisión de coordinarse con el gobierno estatal, incluso a costa de ceder el mando de la policía municipal, si se tradujera en una reducción de la violencia criminal sería muy bien vista por sus gobernados, y en el marco de una institucional --y de ser posible cordial-- colaboración con el gobernador tendría mucho más que ganar que perder, pero más que a un estadista ambicioso se parece a ese ansioso guerrero que consigna La Ilíada de Homero como el primer aqueo muerto en la guerra, Protesilao, quien al desembarcar precipitadamente en costas troyanas mucho antes que ninguno recibió con el pecho una sibilante saeta, que lo fulminó por querer ganar la guerra él solito.

Con las reservas institucionales del caso, el secretario de Seguridad Pública Rodolfo del Ángel Campos, policía de carrera --por cierto muy larga, tanto en el orden municipal como en el estatal--, reveló que los trabajos en pos del mando único estatal, plenamente dispuesto a coordinarse en los casos a que hubiera menester con las fuerzas federales y las castrenses, ya presentaban un buen consenso en los municipios, pero sin que lo especificara nadie de alguna manera se entendió que el edil cancunense se resistía, y hasta publicó en redes sociales fotos de supuestas cumbres de “inteligencia” --insistimos, lo suyo, lo suyo no lo describe esa palabra; le queda mejor “ambición”-- con mandos operativos tan “cucos” como para que en adelante le pudiésemos llamar con toda propiedad “Comandante Remby”.

La verdad es que la actitud conciliadora y tolerante con los municipios del gobernador Carlos Joaquín, que se ha comprometido desde principios de año a abatir --hasta ahora sin éxito-- el grave problema de inseguridad que padecemos los quintanarroenses por las intensas actividades del hampa, no tiene otra explicación que el ánimo de mantener buenas relaciones institucionales con los gobiernos, sin importar la divisa partidaria que les diera origen, pero obligado, lo que se llama obligado por la normatividad, de ninguna manera está, pues es lo que prevé la legislación estatal vigente. Sólo es cosa de revisar. Vamos a la letra de la Ley de Seguridad Pública del Estado de Quintana Roo.

En cuanto al tema del mando único, son atingentes en principio varios apartados del artículo 16 de dicho ordenamiento, que agrupa el capítulo segundo, “De las obligaciones y atribuciones de las autoridades en materia de seguridad pública”: “Al Gobernador del Estado a través de la Secretaría de Seguridad Pública, para

velar por I. la conservación del orden, tranquilidad y seguridad del Estado, le corresponde: Establecer, dirigir, controlar y vigilar la política estatal en materia de Seguridad Pública;II. Ejercer el alto mando de las Instituciones Policiales Estatales y Municipales, cuando el municipio realice la solicitud debidamente motivada, o en los casos que juzgue como de fuerza mayor o alteración grave del orden público.(…); IV. Coadyuvar en coordinación con las Autoridades Federales en la integración del Sistema Nacional de Seguridad Pública y en la ejecución del Programa Nacional correspondiente en el Estado y los Municipios;V. Celebrar convenios y acuerdos de colaboración y coordinación en materia de Seguridad Pública con la Federación, Entidades Federativas y Municipios; así como con organismos de los sectores social y privado, de conformidad con las disposiciones legales aplicables; (…) VII. Fomentar la cultura en materia de prevención de infracciones y delitos;VIII. Establecer bases de operación de las corporaciones estatales en aquellos lugares de la geografía del Estado considerados como puntos estratégicos, mismas que coadyuvarán con las Policías Municipales, en materia de Seguridad Pública (…)”.

Que lo piense Remberto Estrada y que lo haga rápido: en vez de una estrellita en la frente podría llevarse un feo jalón de orejas… ¡con todas las de la ley!

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