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Oficial mayor, ¿primera baja?


Por supuesto que la luna de miel del gobernador Carlos Joaquín González con la ciudadanía, luego de que logró derrotar décadas de inercia priista y a los considerables recursos de un gobierno cada vez más repudiado, tenía que llegar a su fin, aunque también las virulentas reacciones en su contra auspiciadas por los vencidos ya son cada vez más focalizadas en voces y medios que se sabe dónde tienen su corazoncito.

Ya no se percibe en las redes sociales el mismo furor entusiasta por el cambio --natural--, pero de igual forma la ira de quienes se vieron afectados en sus privilegios ha dejado de tener esos visos apocalípticos de las primeras semanas, donde se retrataba a un gobernador sosteniendo en la diestra una

y en la siniestra la cabeza sangrante de un burócrata borgista o felixista.

Pero esto no quiere decir de ninguna manera que no persistan notables problemas para el gobierno en turno. Se señalan las fuertes pugnas al interior del equipo joaquinista, en todos los niveles, que antes que amainar parecen intensificarse. Si los altos funcionarios no no tienen unidad y cohesión de origen tampoco la muestran en torno al líder que echó al PRI de la residencia de Insurgentes y Heriberto Frías de Chetumal.

Hay panistas, a los que las encomiendas se les están yendo de la mano en lo que se supone que es su fuerte --la política--, y es en la legislatura que dominan los blanquiazules donde el gobernador pudiera perder la primera gran batalla del sexenio, pues entre dislates, locuacidades administrativas y cagalera declarativa el líder Eduardo Martínez Arcila se ve tambaleante, y si su correligionario el secretario de Gobierno Francisco López Mena luce tan tranquilo es porque ahora se dedica más bien a organizar matrimonios colectivos para San Valentín.

Hay perredistas, a quienes por más que los marginaron a puestos técnicos y administrativos --Julián Ricalde Magaña en la Sedesi; Rafael Quintanar González en el IEEA, verbigracia-- sí han operado políticamente a espaldas de Joaquín y han tenido que ser parados en seco --al menos así se interpretó la abrupta salida de Karla Romero Gómez, fiel escudera mediática del exalcalde de Cancún, del noticiero matutino del SQCS--. Entre los tecnócratas poblanos y capialinos apartidistas también se pican los ojos y se dan patadas bajo la mesa.

Pero el más serio de los problemas del gobernador está en las acusaciones de despidos injustificados, maltratos, revanchas y atropellos hacia la propia burocracia --no sólo la heredada por Roberto Borge Angulo-- por parte de los recién llegados. La Sede, la CAPA, la Unidad del Vocero y el propio SQCS han sido señalados con menos o más pruebas por los empleados y defenestrados, y el “responsable”, el oficial mayor Manuel Alamilla Ceballos, parece dormido en los laureles del aquí no pasa nada. Huele a la primera baja en el equipo del cambio.

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